WhiteStar, una antología en homenaje a David Bowie

Estamos casi en Navidades y tengo algunos regalos bajo el brazo (poca cosa, ya sabéis; un detallito más que nada, como dice vuestra tía la pesada), pero antes voy a hablaros de una antología que acaba de salir a la venta. Se trata de WhiteStar, una recopilación de historias sobre la figura de David Bowie, sus personajes y sus canciones, editada por Cristina Jurado (la «dire» de SuperSonic) y el sello Palabaristas. De momento está disponible en versión digital a través de Lektu (por un precio mínimo de una cerveza) y todos los beneficios van a parar a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

Bowie en su época de The Thin White Duke

La cubierta de WhiteStar muestra a Bowie en su época de The Thin White Duke.

El «reparto» no puede ser más de lujo: Sofía Rhei, Teresa Mira y Guillermo Echeverría, Víctor Selles (sí, ¡el de nuestro Instinto animal!), Eduardo Vaquerizo, Laura López Alfranca, Laura Ponce, Francisco Jota-Pérez, Concha Perea, Ángel Luis Sucasas, la propia Cristina Jurado… y muchos otros autores que todavía no he leído, pero que no tardaré en conocer. 🙂

Esta es una antología que se prestaba a la experimentación y es lo que hemos intentado muchos de los autores con nuestros relatos. Siempre más o menos dentro del terreno de la ficción especulativa, hemos jugado con las posibilidades que nos inspiraban las canciones y los personajes de un artista tan polifacético como David Bowie. Resulta curioso que yo misma me apuntara a esta iniciativa teniendo en cuenta que se me conoce (que se la conoce, dice; ja, ja) más que nada por escribir ficción juvenil y erótica, pero como digo en mi nota biográfica, servidora escribe «de todo» y con frecuencia todo junto. 🙂 En este caso, con Black Hole/White Hole dejé salir mi lado más introspectivo; quería explorar las fronteras entre mito y realidad, rumor y certeza, vida y muerte.

Me puse muy triste cuando Bowie falleció y me pilló bastante de sorpresa, porque hacía años que no sabía nada de él (para mí era alguien que pertenecía, más que nada, a mi infancia y a las colaboraciones con artistas que me gustaban en los 90) y tenía ganas de escuchar su última aventura, Blackstar. Para los fans de Bowie, Blackstar es realmente un discazo. Sí, es un testamento musical, pero también es una oda a la curiosidad, al conocimiento y, de algún modo, a la esperanza. Quizás no de una forma individual, porque Bowie no era muy dado al sentimentalismo de tú a tú, pero sí como colectivo, como especie.

Nos hacen falta más artistas como David Bowie y menos enfermedades que nos los roben antes de tiempo. Muchos artistas producen (y sobreproducen) lo mismo de siempre porque tienen miedo. En el fondo, cuando uno encuentra algo con lo que está cómodo, moverse de ahí siempre es duro y muchas veces implica enfrentarse a la incomprensión de propios y ajenos. Hay artistas que han tomado caminos que no me han gustado, pero siempre he admirado a los que son capaces de sorprenderte con algo diferente. Conozco gente que ha sacado obras totalmente inesperadas y, después de estrellarse en crítica y ventas, se ha levantado y ha seguido adelante. Para mí es una buena imagen de la esperanza.

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Y la segunda parte de Un pavo rosa, ¿para cuándo?

Me han preguntado esto algunas veces, así que creo que es mejor dejar constancia de toda mi buena intención al respecto:

El año que viene.

He presionado un poco a la editora para que me presione porque yo trabajo la mar de bien así, con plazos y fechas de entrega. Libertad de creación, musas… Tonterías. Precisamente porque mi musa es caprichosa como pocas, a veces hay que arrastrarla de los pelos. Soy del equipo Picasso o Chris Baty: la inspiración existe, pero debe encontrarte trabajando.

nosponemosoqué

He dicho que el «Acto II» de Un pavo rosa está escrito en su mayor parte, y es verdad, pero… ¡yo les doy mil vueltas a las cosas antes de terminarlas! Y no habéis visto nada: ¡esta es la carpeta en limpio! La carpeta en sucio tiene mil versiones de la novela, diálogos sueltos, escenas que no sé muy bien si meteré o al final quitaré (como el prólogo del Acto I, que muy bien quitado está), etc.

Ya, sí. Soy caótica. Por eso me vienen bien los planes quinquenales y los plazos.

En general, el Acto II me gusta (y en algunas cosas incluso más que el anterior), pero para mi sorpresa, una de las cosas que más guerra me da son los primeros capítulos. En particular, el orden. Creo que si no lo he replanteado veinte veces, no lo he replanteado ninguna. Con el Acto I tenía clarísimo dónde quería que empezara la historia, pero con el Acto II tengo varias posibilidades (porque, por supuesto, la historia también es fragmentada, muajajá). Solo tengo claro que empezará con la misma palabra que el primero.

Para mí es importante que la «bilogía» concluya relativamente pronto porque el Acto II es la continuación evidente de Un pavo rosa, con los mismos personajes y casi los mismos lugares. Sí que me gustaría escribir en el futuro una novela más sobre Álex y Nick, pero esa ya la veo muy lejana. Incluso podría ser que, llegado el momento, ya no quiera escribir más sobre ellas y use otros personajes. Aun así, el Acto II ya lleva consigo la semilla de esa futura historia… ¡por si acaso!

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Silencio

Ahora que por fin hemos anunciado los relatos seleccionados para la antología de lobas y cambiaformas de Café con Leche, me estoy tomando un brevísimo descanso antes de ponerme el gorro de editora a full.

Me he dado cuenta de lo mucho que necesito estos descansos. Son momentos en los que estoy sola y no hablo con nadie. Solo leo y pienso y todo está en silencio. Y no digo leer revistas ni mirar el Facebook ni ponerme una serie de fondo ni escuchar música (ni siquiera Patti Smith, que últimamente me tiene fascinada). Digo estar sola y leer un libro sin más, en silencio.

Muchos conocidos me dice que les gustaría leer más, pero que no pueden. No tienen tiempo. No logran concentrarse. Tienen que asistir a cursos, actualizar su Twitter (y para sacarle partido a Twitter necesitas estar en Twitter la mayor parte del tiempo), ver a gente o escribir. ¿Escribir? Sí, aunque parezca mentira, la epidemia de no leer se extiende a buena parte de los escritores, sobre todo los jóvenes. Estar dentro de nuestras cabezas es fácil, pero sacar tiempo y concentración para examinar las de otros requiere, digamos, un esfuerzo. Es una de las razones por las que en Internet normalmente no se lee, se «escanea»: se buscan los cuatro puntos básicos en un texto que son relevantes para nuestra vida cotidiana, y fuera.

El problema es que no todos los tipos de texto se pueden resumir en «10 consejos rápidos para mejorar tu vida» y ese ir corriendo de un lado a otro buscando de qué manera X o Y es relevante para nosotros afecta a nuestra forma de ser y de pensar.

Hoy día, la gente tiene un problema con el silencio, y un problema aún más grave para escuchar. Porque ni siquiera el silencio es absoluto y, cuando no hay ruidos de fondo, se pueden oír muchas cosas. Pero la mayor parte de veces no queremos concedernos ni un momento de calma. Estamos obsesionados con hacer «algo productivo» y el silencio se asocia con la nada, que es lo opuesto a la creación. Así que llenamos nuestro silencio con ruido de todos tipos, saltamos de una tarea a otra sin orden ni concierto y luego nos sorprendemos de que haya pasado tanto tiempo o de que estemos tan agotados.

Yo tengo momentos muy poco productivos. Por ejemplo, llevo todo el día sin producir nada más que detritus para mi pocilga casa. Pero hay grandes momentos en los que uno no hace absolutamente nada salvo navegar por una cabeza ajena, y eso está bien. Nuestra época ha traído consigo las ventajas del individualismo y el librepensamiento, el «porque yo lo valgo», el valor de forjarse opiniones propias y expresarlas, y eso es maravilloso. Pero no puede serlo todo. A veces hay que callarse la boca, aunque sea solo porque la verborrea de alguien que nunca aprende nada nuevo acaba siendo muy limitada. El arte de callarse y observar, en una sociedad en la que quien más grita es quien más se hace escuchar, está infravalorado.

Este es el estado en el que se debe leer. Si estamos leyendo, pero en realidad estamos pensando en la lista de la compra, en todo lo que tenemos que hacer al día siguiente o en el trabajo que nos espera al llegar a la oficina… lo más probable es que no disfrutemos el libro igual, en el mejor de los casos; y en el peor, que es lo que ocurre con las novelas algo más complicadas o con los textos de ensayo, que no nos enteremos de nada. Tenemos que estar dispuestos a callar. Luego, poco a poco, comenzaremos a interactuar con el libro. Es como hablar con una persona: para conocerla, para hablar de verdad con ella, primero hay que escuchar.

Después podemos salir a la calle y ver a gente o mirar el Facebook o ponernos una película mientras nos damos un masaje de pies y charlamos con el novio o ir a Goodreads y escribir una reseña muy sesuda sobre lo que nos ha parecido el libro mientras chateamos con nuestros amigos y pensamos en que podríamos utilizar algo así para nuestra última novela o que nuestra madre es exactamente igual que la madre del libro. Pero todo eso después. Y para que haya un «después», es necesario el silencio.

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