La amiga estupenda (que no siempre lo es) y esas relaciones extrañas que duran toda una vida

¡Hola, gente! ¿Qué tal? Supongo que confinados y algo dispersos, como yo. Por eso he decidido rescatar este blog. Bueno, por eso y por dejar constancia de que, por suerte, a mí todavía no me ha afectado el coronavirus (aunque en este año y pico que no he actualizado la página me podía haber muerto igual).

Son días extraños en los que todos buscamos algo con lo que entretenernos, sea trabajo, repostería o ejercicio. Podría contar muchas cosas acerca del trabajo (entre otras cosas, porque dejé mi trabajo alimenticio a mitad del año anterior y, visto lo visto, quizá no fuera tan buena idea), pero la verdad es que no me apetece. Como la última publicación que escribí iba acerca del remake de una serie, She-Ra, con la que todavía sigo encantada, he pensado que podría hablar acerca de una adaptación de novela a serie que me tiene muy entretenida estos días: La amiga estupenda, de Elena Ferrante.

Los libros

La saga original se compone de cuatro novelas de buen tamaño que yo me devoré más o menos con la misma avidez que los libracos de Canción de hielo y fuego. Están escritas por una autora italiana a la que le gusta ir a eventos todavía menos que a mí y de contestar entrevistas ya ni hablamos, y te cuentan básicamente la amistad obsesión insana cómo llamar esto relación complicada entre la protagonista, Elena Greco, y su amiga de toda la vida, Lila Cerullo. Ambas han nacido en un barrio deprimido de Nápoles en los años 40, en mitad de la Segunda Guerra Mundial, pero la principal diferencia es que Elena logra que la dejen seguir estudiando, mientras que Lila no. Lo cual se convierte en un punto de fricción eterno entre ellas porque Lila no es que sea inteligente, es que es increíblemente brillante; y a Elena, que también es inteligente y lo sabe, este hecho le admira y le molesta a partes iguales, porque después de todo, la que (inicialmente) consigue salir de la miseria a base de hincar los codos es ella.

Pero ahí está su amiga, a quien aparentemente le pasan cosas interesantes, aunque su vida sea una basura (que lo es), y ahí está la eterna comparación entre ellas dos y la eterna inseguridad de Elena y la eterna ambivalencia de su colega y la eterna insatisfacción, porque por si no queda del todo claro por lo que digo, la medida de la vida de cada una de ellas es la otra. Aunque están separadas por un hecho traumático que no termina de repararse nunca, que es esa injusticia cometida con Lila al no permitirle estudiar (y que hace que lo tenga mucho más difícil), se pasan décadas sin quitarse el ojo de encima, juntándose y separándose, queriéndose y odiándose, intentando entenderse y sin terminar de hacerlo, porque ninguna de las dos es muy buena en eso de comunicarse y porque la amistad que tienen es demasiado rarita como para ser del todo sinceras la una con la otra.

Mientras tanto, hay más personajes por ahí y las novelas te van contando también su historia poco a poco, que en el fondo es la historia de Nápoles y, hasta cierto punto, la historia de Italia y de la segunda mitad del siglo XX en Europa. Es curioso que las novelas logren hacer eso describiendo tantísimas escenas de intimidad, que en teoría implicarían todo lo contrario, pero es ahí donde reside su fuerza. Aunque se sabe poco sobre la autora, está bastante claro que parte de lo que cuenta es autobiográfico; de ahí también, supongo, el trasiego de personajes y subtramas, que a veces no se llegan a entender hasta que llegas al final del final del final, y entonces dices: «¡Ah!».

Las cubiertas de los libros han cambiado una barbaridad, pero creo que las que usan fotos reales de la época son las que más me gustan. Cabe preguntarse por qué tradujeron L’amica geniale por La amiga estupenda, cuando en castellano tenemos también el adjetivo genial, que juega precisamente con esos dos significados (el de su inteligencia y el de lo buena/mala amiga que es). La amiga genial es Lila, obviamente, pero en el libro solo se pronuncian estas palabras una vez y al contrario, porque es Lila quien se las dice a Elena: «Tú eres mi amiga genial», dice. Snif.

Como ya he dicho, a mí estos libros me encantaron. Hay pocas sagas que lleguen a engancharme hasta el punto de que me sé los nombres de todos los personajes, hasta la familia X que solo sale en un pedacito de uno de los libros, pero que todos sabemos que son los mejores y tendrían que haber partido la pana. Por supuesto, un plus es esa amistad relación extraña de verdad, no sé cómo llamarlo entre las protagonistas, pero también hubo otras cosas que me gustaron, como el hecho de que estén narrados en primera persona. Esa voz de Elena, que desde el principio intenta ser la que cuenta la verdad de la historia y resulta ser, al menos para mí, la narradora menos fiable de la historia, es una delicia desde el momento en el que comprendes que aquí la historia tiene muchos matices, pero te van a mostrar solo uno y el resto queda a tu imaginación. ¿Su amiga la odia, en realidad? ¿Su amiga la adora? ¿Ambas cosas? ¿Quién es aquí la «mala» del cuento?

Me encantan las historias que dejan aspectos por interpretar y, curiosamente, pese a constituir en apariencia una narración férrea sobre un único punto de vista, esta lo es. Desconozco si es la intención de la autora o mi interpretación, pero la primera persona me parece maravillosa para engañar. Los testimonios siempre son un fragmento de la realidad, a veces brutal y revelador, pero no dejan de ser las cosas pasadas por el tamiz de alguien que, normalmente, primero las vive y después las recuerda. No hay nada más puro, más real, y, a la vez, no hay nada más parcial y mentiroso.

La serie

Como esta saga fue un pepinazo en todo el mundo (decídmelo a mí, que creo que he regalado los libros al menos a cinco personas), llega la HBO en 2018 y, al intentar hacer «producto local» con cadenas o productoras de cada país, se les ocurre que pueden colaborar con la RAI para producir una serie de La amiga estupenda. Y se montan un casting de la repera al que acuden todos los chavales y chavalas de Nápoles y sus alrededores para hacerse famosos y unos decorados que quitan el hipo, porque si en el fondo esta saga habla de la historia de Italia, es un producto para sacar músculo y ganar prestigio como región y como país en todo el mundo, mucho más teniendo en cuenta que se va a emitir en una plataforma internacional. Así que nada, con un presupuesto que para nada es una tontería y, a la vez, maneras de serie pequeña (la autora sugirió el nombre del director porque había querido adaptar sus novelas hacía años; la cuñada del director dirige algunos episodios cada temporada, etc.), terminan por encontrar a sus niñas actrices y sacan adelante la primera temporada, basada en el primer libro.

Y aquí sucede la magia.

Hay una cosa que tiene el lenguaje audiovisual frente a la palabra escrita, que es que cualquier imagen siempre va acompañada de un caleidoscopio de interpretaciones. Por mucho que tú quieras señalar que algo significa tal, siempre habrá un margen de duda mucho mayor que con la palabra. Lo que quiere decir que esta serie va a intentar trasladar la narración férrea y casi sin huecos de la historia de Elena, pero por definición, no va a conseguirlo del todo.

Cuando comencé a ver la serie, me hizo mucha gracia que hubieran importado, literalmente, las pajas mentales los monólogos de Elena consigo misma acerca de ella, de su amiga y del mundo que las rodea. La impresión de que la serie es «muy literaria» que tienen algunas personas es totalmente cierta, porque la presencia de la voz en off de Elena lo invade todo y no hay nada más antivisual que tener a la protagonista mirando y pensando con voz en off la mayor parte del tiempo, por mucho que fuese así en el libro (Elena es la observadora de la vida de su amiga y de todo lo que ocurre a su alrededor). Pero, ay, que la voz en off no puede mantenerse siempre. Que llega un momento en el que el espectador tiene que decidir si lo que le cuenta Elena, esos pensamientos que se presentan como la verdad absoluta, son ciertos o no. Que llega un punto en el que hay que contar lo que le pasa a la otra sin la presencia de Elena.

Y ese punto llega. Se hace realidad, sobre todo, en la segunda temporada, cuando la serie ya se ha librado un poco de la culpabilidad de diferir con las novelas (difiere poquísimo y, cuando lo hace, es solo por amalgamar o intentar presentar algunos acontecimientos de forma más dinámica; no hay cambios gratuitos). Es ese momento en el que Lila se pregunta abiertamente: «¿Por qué todos piensan que tú eres la buena y yo la mala?». Y Elena la mira con una picardía poco habitual en ella y le responde: «¿Acaso no es así?».

No tengo ninguna explicación heterosexual para estas miradas larguísimas en la serie. Creo que se hacen con toda la connivencia de los directores y de al menos una de las actrices. Es totalmente normal quedarte embobada mirando a tu amiga, o lo que sea, incluso cuando va a casarse. Es normal querer desesperadamente tener relaciones sexuales al mismo tiempo que ella. A quién no le han pasado estas cosas alguna vez en la vida; lo que pasa es que la mayoría terminamos sumando dos más dos en algún momento…

Hay una palabra en castellano que me gusta mucho: intersticio. Los intersticios son los huecos entre los bloques por los que se filtran interpretaciones, significados, que no necesariamente son los que se desprenden de las primeras lecturas (o visionados) o que no siempre coinciden con la voluntad de su autor. La serie de La amiga estupenda, a pesar de que intenta mantener firmemente el punto de vista de Elena (y no en vano para ello cuenta con la supervisión férrea de su homóloga, la autora de los libros), no puede controlar todos los intersticios. Y esas preguntas, que ya existían en el texto original, aunque solo fuera por su ausencia, se hacen demasiado evidentes. Elena, ¿odias a tu amiga en realidad? ¿Eres tú quien la odia y no ella, porque a pesar de sus bandazos, parece evidente por buena parte de lo que dice y hace que te quiere profundamente, quizás más de lo que tú la quieres a ella? ¿O eres tú quien la adora demasiado, un poco demasiado, más de lo que te gustaría?

La cámara se pregunta todas esas cosas a las que la voz en off no interpela directamente, porque no es posible hacerlo de otro modo, no con esa historia y no con esa relación complicada en el medio. La cámara es más ambigua, y esas miradas que Elena dirige al mundo exterior se convierten en miradas bidireccionales entre ella y Lila. Miradas cómplices. Miradas inseguras. Miradas de tensión. Miradas de desdén y de admiración y quizás también de deseo. Todo lo que había en la novela original sigue presente y, aun así, qué difícil es mantener esa mirada durante tantísimos segundos y que el espectador no se pregunte: «¿Pero qué estáis haciendo, par de dos? ¿Os coméis la boca o qué hacéis?».

No es necesariamente esa historia, pero que conste que digo necesariamente, porque ese elemento de tensión sexual no explorada existe ya en las novelas originales y Elena, nuestra narradora no fiable, lo considera abiertamente al menos en una ocasión, cuando ya tiene la suficiente edad y la suficiente distancia de su barrio como para planteárselo. Que conste que no lo rechaza del todo: solo dice que prefiere no ir allí, quizá demasiado temerosa de lo que pueda encontrarse. Sería una decisión muy respetable de no ser porque la vida de Elena no parece estar nunca completa sin su amiga y que, incluso hacia el final, las dos se buscan mutuamente una vez más para… ¿encontrarse? ¿Superarse? ¿Decirse lo que hasta entonces no se habían dicho?

En el texto original quedan preguntas, y todavía está por ver cómo va a resolverlas la serie, pero si toman el camino que hasta ahora han seguido, supongo que jugarán con los intersticios.

Buscando los intersticios

Es posible que yo vea más huecos en narraciones compactas porque no termino de creer en los universos coherentes que ahora están tan de moda, en los que parece haber una cronología inmutable en la que ha pasado X, Y y después Z. Hasta en los universos ficticios, lo que se cuenta depende de las circunstancias de las personas que escriben esas historias. Por eso para mí era tan importante, por ejemplo, alternar los puntos de vista de Álex y Nick en Un pavo rosa, no solo como forma de crear tensión para el romance, sino porque lo que te cuentan que ha sucedido no siempre es igual y queda a criterio del lector decidir quién tiene razón, si es que alguna la tiene.

Por eso también aprecio tanto los fanfics. Aunque los resultados no siempre sean brillantes desde un punto de vista literario, los fanfics siempre corren a buscar los intersticios. Toman algo que se ha dicho, que se ha hecho, y ofrecen una interpretación que no siempre es la más obvia, pero sí de algún modo coherente: son a la vez un homenaje al texto principal y una rebelión, porque nunca lo imitan del todo, siempre aportan algo distinto.

«¿No podíamos, Dios mío, encontrar la manera de darnos la vuelta y ofrecernos la mano, de apoyarnos por fin la una en la otra en lugar de competir sin medida?». (@djangomar, Siempre llega la noche)

Y todo esto viene a que quizás no habría sentido tanta necesidad de escribir uno de estos homenajes-rebelión si hubiera encontrado más fanfics de La amiga estupenda en mi primera búsqueda. Sé que normalmente las sagas literarias no engendran muchos textos derivativos, pero… ¿de verdad? ¿Ni siquiera ahora, con la serie, se le había ocurrido a alguien publicar esa historia paralela de romance entre ellas a la que casi parece invitar la narración? Había algunos relatos curiosos, algunas búsquedas de otros intersticios que a mí no me interesan (no me emociona el intersticio en el que Lila se enamora de verdad del mafioso cabrón por alguna razón que desconocemos), pero no esto.

Así que sentí que tenía que escribir algo. Deber social. O puro autofanservice. Y entonces me sorprendió la cuarentena. Y como tenía que enfocar la mente en algo, me dediqué a escribir esta historia como una bala. El resultado es cuanto menos sorprendente: unas 68.000 palabras (una novela no muy larga) escritas en menos de un mes; creo que es incluso más larga que ¡Sí, mi capitana!

Como si me lo pensara dos veces no la publicaría nunca, la he revisado mínimamente y la he subido a Archive Of Our Own con el título de Siempre llega la noche. Ese sitio va a sustituir a mi perfil de Wattpad para este tipo de historias, porque ya no me siento cómoda subiendo cosas a Wattpad; nunca encuentro lo que busco y tengo la sensación de que lo único que quieren es venderme algo, aunque no me interese en absoluto. Archive Of Our Own funciona con etiquetas y, para los fanfics, es uno de los pocos «lugares seguros»: casi todos los demás archivos web pueden acabar tirándote la historia por asuntos que no tienen que ver con razones de copyright, sino mucho más con el contenido sexual, pero AO3 nunca ha ejercido ese tipo de censura y espero que no la ejerza. Creo que la gente debería poder publicar el contenido que quiera, aunque a mí no me guste leerlo.

Y no sé. Que he disfrutado muchísimo escribiendo esta historia. Que me he complacido un montón con la imitación y el homenaje (y he intentado ser muy fiel al estilo de la historia original y su protagonista; qué placer poder ser, por una vez, tan pedante como ella), pero también con las pequeñas rebeliones (como las escenas de sexo descritas en detalle, un poco como venganza, o el angst totalmente autoindulgente). Quizás por eso ha salido tan rápido, mientras que llevo años intentando sacar adelante un par de novelas que no terminan de cuadrar. Tampoco tenía ninguna expectativa y supongo que eso relaja mucho a la hora de crear.

Por supuesto, mi cabeza ha ido un poco más lejos y ha creado una especie de narrativa de la que esta solo es la primera parte, en parte porque yo también tengo mi propia batalla interna (quiero, por supuesto, darles a Elena y a Lila la oportunidad que no les dan las novelas, pero soy consciente de que tienen muchas cosas en contra y que esa herida original entre ellas tal vez no sane nunca). Pero ya no puedo prometer que esas secuelas se escriban. Creo que este es el fanfic más largo que he escrito nunca y ponerme a escribir una visión alternativa de la saga de Elena Ferrante es tentador una tarea titánica. A lo mejor yo, como fan, no me equivoco al considerar alternativas, pero quizás la autora siempre tuvo razón al desecharlas. Es la magia de las narraciones y de las perspectivas.


siempre llega la noche, mi fanfic de la amiga estupenda que narra un romance explícito entre elena y lila, está aquí. Si te gusta, puedes continuar leyendo su secuela, A través de la madrugada, porque me he emocionado tanto que esto va a ser una trilogía. también verás algún otro fanfic de otras series en mi perfil de ao3. Creo que voy a seguir escribiendo fanfics durante un tiempo; son días extraños, al fin y al cabo.

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