Por qué «¡Sí, mi capitana!» es ese libro que amas u odias

Aviso: Este artículo incluye contenido sexual explícito.


Llevo preparando esta publicación un tiempo, pero me ha costado la vida terminarla. He tenido un verano ajetreado y llevo todo el mes de septiembre de ferias con Café con Leche (KBOOM!, AnsibleFest…). Entre la actividad editorial, mi vida personal (que no para nunca) y que se me ha ocurrido, contra todo pronóstico, ponerme a reescribir una novela antigua (!), algo tenía que resentirse y ha sido este blog. Espero ponerme al día en lo que queda de año.

Hoy os voy a hablar de esa otra novela que tengo y a la que suelo dedicar menos tiempo que Un pavo rosa, básicamente porque mi relación con ella es mucho menos intensa: ¡Sí, mi capitana! (Café con Leche, 2016). Tengo la sensación de que mucha gente la observa con miedito desde la distancia sin decidirse a leerla o no. A ver si este artículo os ayuda a decidir, porque reconozco que es el libro más polarizado que he publicado hasta la fecha. (Pero eso es porque no habéis leído aún lo que tengo entre manos.)

Opiniones de «¡Sí, mi capitana!» en Amazon. ¿Esto no debería hacer una curva convexa? O sea… no una curva en los extremos.

Mi novela de piratas solo parece tener dos tipos de público: ese al que le encanta desde el minuto uno y ese al que no le gusta nada desde el minuto uno (o dos). Cinco estrellas o una estrella. Y creo que entiendo por qué, así que voy a intentar explicarlo. ¡Dentro vídeo!

Cubierta de «¡Sí, mi capitana!» dibujada por PREZ.

Whaddafuck is #Símicapitana?

¡Sí, mi capitana! es una novela erótica escrita por mí, ilustrada por PREZ y publicada en 2016 por la editorial Café con Leche como una de sus primeras obras de narrativa «larga» (tampoco es tan larga, en realidad; poco más de 50.000 palabras). La historia probablemente os suene: es una reinterpretación erótico-festiva de la historia de las piratas Anne Bonny y Mary Read con algunos de los personajes que se mencionan en Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas (1724), la obra de referencia atribuida a Daniel Defoe.

En ¡Sí, mi capitana! salen las dos mujeres piratas (por supuesto), sale Calicó Jack, sale su némesis John Barnet y salen un montón de secundarios coloridos como Rita, la mascota, el viejo contrabandista Guido Marcellesi o el aguerrido pirata Juan Nadie. En mi versión, Mary Read es una joven inglesa culta y valiente, algo ligera de cascos, a la que secuestran unos piratas gritones y multicolores. Dichos piratas la utilizan para encontrar la localización exacta del snark, un monstruo que oculta un tesoro en las profundidades del mar Caribe.

Por supuesto, en el bajel de Jack Rackham y Anne Bonny, el Vanidoso (no me invento nada, se llamaba así), impera el amor libre y el derroche de un BDSM muy festivo en el que las esclavas, que lo son porque les da la gana, llevan escasas ropas furries y se pasean de un lado a otro calentando a la tripulación, que anda más salida que el bauprés de un velero bergantín. Pero mientras los piratas son muy felices follando, buscando tesoros y escapando de las incursiones de la Armada, el gobernador de Jamaica contrata a un antiguo almirante de gesto adusto y pinta de chulazo salido de cómic de Ralf König: John Barnet, para que le traiga por fin la cabeza de Calicó Jack. Y Barnet acepta, porque tiene cuentas personales que ajustar con él.

La novela también contiene algunas ilustraciones maravillosas en el interior. Aquí os pongo la que quizá es mi favorita.

Yo escribo todo esto y sonrío, pero entiendo que otras personas, esas a las que les gustan sus lecturas menos locas, puedan fruncir el ceño de antemano. Porque aunque la historia de Anne Bonny y Mary Read se ha contado muchas veces (y con no pocas licencias), entiendo que hay quien hubiera preferido una novela histórica más al uso. Y aunque hay mucho fan de ese supuesto romance entre ellas (que sí, ¡también es el núcleo de este libro!), el hecho de que yo retrate esa relación como más o menos poliamorosa y encima lo haga con guasa tira para atrás a cierto público.

Básicamente: si te rompió constatar que Un pavo rosa NO es la típica novela de adolescentes que se enamoran poco a poco y se besan a escondidas, sino una especie de comedia del absurdo bastante bestia, no creo que esta novela vaya a ser para ti tampoco. De hecho, no sé bien qué haces aquí, pero sigamos con el elemento más visible del libro.

¡Esa cubierta!

¿No debes juzgar un libro por su cubierta? Pues ¡Sí, mi capitana! ha sido juzgado y condenado, y también admirado y venerado, por esa ilustración de cubierta tan magnífica y llamativa que realizó PREZ a partir de cuatro indicaciones mías. Contempladla en todo su esplendor. No es de extrañar que la hayamos utilizado como póster e insignia en muchas ferias de Café con Leche, porque nos representa.

La ilustración contiene toda la información sobre la historia: informa de que es una novela de piratas (por la vestimenta de Anne Bonny y el tricornio en la cabeza de Mary Read), pero también te dice que esta va a ser una novela erótica: no solo por la desnudez de Mary y por la pose de ambas, sino también por esa correa que Mary lleva al cuello y que sugiere algo de BDSM. Pero es que, además, el resto de elementos de la cubierta también están relacionados con la historia: la espada, las velas (que crean una iluminación perfecta) e incluso un atisbo del famoso monstruo marino a través de las ventanas.

A mí la cubierta de ¡Sí, mi capitana! me encanta. Pero a pesar de que hice muchísimo hincapié en que no se viera ni un pezón, hay gente a la que le sigue pareciendo… demasiado explícita. Después de todo, hay dos señoras, una está desnuda (por mucho que no se vea nada) y se miran lujuriosamente. ¡Eso es guarro! ¡Eso es una cerdada!

Creedme cuando os digo que esta cubierta ha hecho que la gente, en las ferias, se apartara de repente de nuestro puesto. Ha hecho que grupos enteros se quedaran riéndose tontamente frente al cartel. Ha hecho que algunos libreros se hayan reído en mi cara. Otros ponen el libro bien escondidito en un rincón. Otros aprovechan para recordarme de vez en cuando que es un libro que no les gusta, sin leerlo, solo porque tiene esta ilustración en la cubierta.

Baste decir que no puedo comprar anuncios en redes sociales que incluyan la cubierta de ¡Sí, mi capitana! porque quien quiera que apruebe los anuncios, y he probado varios medios, considera que el contenido es demasiado explícito y podría herir la sensibilidad de los usuarios. (Sí, a mí tampoco me cabe duda que otro gallo cantaría si se tratase de un hombre y una mujer.)

¿Entonces es un fracaso?

¿Quién ha dicho eso? No. Tampoco sería tan terrible si lo fuera, pero para nada. A pesar de todo esto o precisamente contra todo esto, ¡Sí, mi capitana! es un libro que vende bien, tanto en papel como en digital, y un título que suscita interés. Los datos siempre son relativos, pero baste decir que es uno de los títulos mejor vendidos de la editorial. Oh, yeah. 🙂

Como editora, es un libro que me gusta porque siempre vende algo (también en las librerías que lo critican). Como autora, es un libro que me gusta mucho porque la relación dinero producido – (tiempo invertido + esfuerzo emocional) es claramente positiva. Sinceramente, quiero más libros como ¡Sí, mi capitana! en mi vida. Libros que no me cuesten un horror y en los que plasme todos mis traumas, sino libros con un mensaje positivo, que me haya resultado divertido escribir y con los que otras personas se lo pasen bien.

Del mismo modo que hay gente que se espanta al ver la imagen de la cubierta, me consta que hay personas que visitan el puesto de Café con Leche precisamente porque tenemos ese libro expuesto. Y del mismo modo que hay personas que nunca harían clic en una portada de ese tipo, las hay que lo hacen de inmediato, porque… ¡quieren leer sobre piratas y señoras que se miran lujuriosamente! Y lo entiendo, ¡porque yo lo haría!

Yo iría a esto como las moscas a la miel. Otra gran ilustración interior de PREZ.

Algunos de estos lectores son los que más se han entusiasmado después. Porque ¡Sí, mi capitana! tiene todo lo que puede molestar a ciertos sectores y todo lo que otras personas pueden venerar, puesto que no hay tantos libros de este rollo y, si te gusta, probablemente te guste mucho. Voy a seguir desmenuzando por qué.

Es una novela porno, Harold

En ¡Sí, mi capitana! hay sexo. No solo eso. Hay mucho sexo. Pero hay que ser un poco peculiar para sorprenderse teniendo esa cubierta y esta cita de apertura:

«Cuenta la leyenda que los mares del Caribe estuvieron poblados por los personajes más pintorescos durante los siglos XVII y XVIII […]. Entre ellos, los piratas eran de los más temidos y a la vez los más fascinantes. Se dice que la famosa pareja de piratas compuesta por Jack Rackham y Anne Bonny, descrita ya en Johnson, 1724: 75, celebró a bordo de su barco una orgía compuesta por nada más y nada menos que 70 personas entre mujeres indígenas y marineros. Otro rumor fue que Mary Read, quien viajó durante un tiempo con ellos disfrazada de hombre, logró ocultar su sexo en algunas de las situaciones […] más comprometidas imaginables».

C. L. Dodgson, Una historia jugosa de la piratería (1876)

(Sí, soy muy friki. Si sabes por qué lo digo, te quiero mucho. Para el resto: por supuesto que esa cita es inventada. Aunque podría haber escrito ese libro y yo me habría reído. La cita de Johnson, sin embargo, es real.)

¡Sí, mi capitana! es una novela erótica, lo que quiere decir que ese es el elemento más importante de todos (y tiene otros). ¿Que no es una novela erótica, me dices? ¿Que lo suyo es muy fuerte y que por eso es pornográfica? Bien, como prefieras: es una novela pornográfica.

A estas alturas, creo que está claro que escribo y publico cosas donde hay sexo. Sin embargo, por mi experiencia, la erótica es más bien el género de los diletantes, de esos que «les dan a todo» y de vez en cuando producen algo con contenido sexual explícito. Pero es difícil mantenerse exclusivamente en el género erótico, por la sencilla razón de que, por mucho que nos encante el sexo, lo mucho empalaga.

Una novela erótica, que no un simple relato o una escena, no es tan fácil de llevar. ¿Sabéis lo que es estar en bata, cansada del trabajo o recién levantada, sintiéndote la persona menos sexy del mundo, y tener que escribir una escena donde tres personas follan hasta el éxtasis? Je. Pues así fue mi vida el verano que escribí ¡Sí, mi capitana! Digamos que acabé con muchas, muchas ganas de leer a Asimov, ¡pero tampoco preveía que los lectores se empacharan leyendo la historia de principio a fin!

Mi idea con ¡Sí, mi capitana! fue hacer algo que además de cachondo fuera divertido (que te rieras), emocionante (que lo vivieras) y reivindicativo (que dejara clara mi postura respecto a la sexualidad y su disfrute). Básicamente, que tuviera algo más aparte de las escenas de sexo, que estaba claro que iba a tener. No hablo ya de argumento, porque soy de las que creen que todas las novelas lo tienen y a las novelas eróticas se les critica mucho esa supuesta falta de sustancia, cuando nos ventilamos unas historias de cartón piedra en otros géneros que tiran para atrás. Quería darle a la historia de Anne y Mary cierto toque de misterio, de pique, de una historia que quieres saber cómo acaba más allá de si la prota termina boca arriba o boca abajo.

Quise escribir el tipo de novela erótica que a mí me habría gustado leer: una historia de piratas con mucha acción, personajes con matices y un montón de escenas de sexo. Cargué las tintas en ese sentido porque fue lo que se me pidió, porque esta novela la escribí originalmente para una colección de un sello más grande y fue lo que querían. Si lees ¡Sí, mi capitana! esperando que haya sexo solo en un par de momentos cumbres y sin describir mucho, como en Un pavo rosa… bueno, entonces mejor no la leas, porque es otro rollo por completo.

¡Cómo hablan!

—¿Qué hacéis ahí en la puerta? —preguntó Anne Bonny a los marineros—. Si os llamo, es para algo, ¿no os parece? ¿Tanto tiempo lleváis en el mar que habéis perdido la capacidad de reaccionar ante una chica en esta postura? Fijaos en ella. Esta muchacha se merece un castigo ejemplar. Quiero que os acerquéis a ella y la miréis bien; no como a la chica que conocéis, sino pura y simplemente como un coño a cuatro pa­tas. Quiero que miréis lo que Jack le está haciendo y colaboréis. Tenéis todo el permiso del mundo. Azotadla en el culo hasta que se le quede rojo. Lamedla hasta que se vuelva loca de deseo. Y abridle las nalgas hasta que quepa dentro de ella cierta vela que se le ha ocurrido tomar con tanta ligereza. […]

Bueno, aquí la distinción entre erótica y pornografía. Sinceramente: para mí es ambas cosas. Cada uno escribe la erótica que le gusta o que le pone. Cuando escribí ¡Sí, mi capitana! yo estaba a lo mío y creo que no pensé lo suficiente en algo que me ha sucedido toda la vida: que lo que yo considero solo «atrevido» resulta para otras personas excesivo, grosero e impensable.

Desde el principio tuve claro que ¡Sí, mi capitana! iba a ser muy porno. Por utilizar metáforas cinematográficas, yo no iba a enfocar la cortina ondeando cuando a la protagonista le comieran el coño, sino que iba a enfocar la comida de coño. Y, de paso, la cara y las emociones reflejadas en ella, que es algo que a mí me pone mucho. Pero el coño también, y los pelos y los jugos y la lengua y los labios y los ojos de la otra persona, y la corrida u orgasmo o como os apetezca llamarlo. Creo que veis por dónde voy.

Lo sé, lo sé. Toma aire despacio.

Comenzamos, entonces, con que a la mayoría de personas que hayan dado un bote con los párrafos de arriba les va a entrar difícil (bueno, quizás con tiempo y vaselina) una novela que cada dos por tres se rebaja a este tipo de lenguaje y a los primeros planos. No, no es sutil porque nunca quise que lo fuera. Es guarrindonga, kitsch y exagerada, como las novelas eróticas clásicas y el hentai, del que bebe bastante. Y sí, Anne Bonny habla muy sucio, pero es que a mí me gusta que me hablen así, sobre todo si es una mujer como Anne Bonny. Pero entiendo que no todo el mundo es igual. Y, desde luego, lo que tengo comprobado es que lo que las personas dicen de forma informal o lo que les pone mucho en la cama luego les horroriza si lo ven escrito.

Así que empezamos con un enfoque con el que la mitad del público se echa para atrás o se abanica, incluso ese que se dice que nada le asusta. ¿Podía hacer algo más para horrorizar al posible lector? ¡Pues claro que sí!

¡Aaaah! ¡Penes!

Me cansa mucho la división que todavía tenemos entre literatura LGBT+ y los libros «normales». Esta división es parte de la razón de que muchos libros considerados literatura lésbica tengan que tener, por narices y para complacer a su lectora, al menos tres o cuatro escenas de sexo explícitas en una historia que suele estar tan llena de azúcar que empalaga. Pero ojito, amiga. Escenas de sexo desenfrenado, pero entre las protas. Siempre entre las protas. Y escenas llenas de amor y de miradas tiernas y de susurros de «te amaré siempre», que todo el mundo sabe que eso es lo más bonito del mundo.

Ay, omá. Que no la habían advertido que esto era porno para gustos bisexuales y se ha gastado cuatro euros. Deshonra sobre mi vaca.

Por desgracia, se da la circunstancia de que soy bisexual y me gustan también los hombres. Hay bastantes de nosotras. También hay heteros que prueban cosas y lesbianas a las que no les desagrada leer o ver cosas, pero hoy por hoy en la literatura romántica y erótica hay una división que ríete tú de ciertos muros. Parece que, si escribes romance entre dos mujeres, como yo suelo hacer, las pobres no pueden tener un solo roce con otras Y ANTE TODO Y SOBRE TODO CON OTROS en todo el libro.

Me lo cargué todo con ¡Sí, mi capitana! porque estaba apelando, supongo, a ese gusto pornográfico-bisexual del comentario que destaco (y sí, a mí también me hace gracia la expresión). Tiene escenas entre mujeres. Tiene escenas entre hombres. Tiene escenas entre hombres y mujeres. Tiene escenas entre mujeres que fingen ser hombres con hombres. Tiene escenas con todo y de todo, porque a mí me gusta prácticamente TODO, y lo que no me gusta al menos me evoca curiosidad, y me pareció interesante tantear mis propias fronteras mediante la narrativa. (Sí, las tanteé. Hubo una escena en particular que dudé en incluir: la de Mary y el snark. Ya me habéis hecho decirlo.)

Suponía que, de entrada, a mucha gente le interesarían más unas escenas que otras, pero lo que no sabía era que algunas mujeres iban a rechazarlo de plano por «haber mezclado contenidos». Chocante. Creo que el libro es bastante evidente en sus descripciones y sus primeras páginas, pero la virulencia con la que lo han tratado algunas lectoras heterosexuales solo es comparable a la virulencia con la que lo han tratado algunas lectoras lesbianas. Si eres de virulencias, no te compres el libro. O devuélvelo, que las compras en digital se pueden devolver muy fácilmente, y evita ponerle una estrella al pobre solo porque salen penes.

Los misteriosos usuarios de Google Play (yo al menos no conozco a ninguno) deben de tener más sentido del humor que ciertas lectoras de Amazon.

¡La Mary es una guarra!

Sí, en alta mar el agua es un bien escaso. Es algo que se comenta en varias ocasiones en la novela. Anne riñe a Jack por lavarse poco. Tampoco se puede beber agua, hay que beber alcohol y preferiblemente ponerse piripi (como yo cuando escribía la novela).

Tonterías aparte: Mary es la protagonista de una novela porno y yo no escribo novelas porno de protagonistas que tienen diecinueve años y no saben lo que es un orgasmo, como la Anastasia Steele de Cincuenta sombras. Para mí, la clave es que Mary se lo pasa francamente bien y en el transcurso de la historia crece como personaje.

Yo la veo feliz, desde mi perspectiva pornográfico-bisexual, claro.

En este artículo comenté que el tropo de la niña buena mancillada, además de ser machista, está ya demasiado visto en la pornografía. Por eso lo utilicé de forma consciente en ¡Sí, mi capitana! para expresar lo que para mí es evidente: que en Mary no hay nada que mancillar, no hay nada que humillar, porque ella no tiene nada que temer que los otros no teman y porque a pesar de su apariencia, de su inexperiencia y de su juventud, es el personaje más fuerte: mucho más que Rita, que Jack y, en el fondo, que Anne, la dómina de corazón blando.

Pero si a mí me han dicho que la agarran y la zurran y la atan y…

Sí, sí. Y aquí otra gracia que yo metí tan feliz en la novela y que no tiene por qué gustarle a todo el mundo: ¡Sí, mi capitana! es BDSM. Buena parte de la sexualidad descrita en la novela se basa en que a Mary su capitana la «obliga» a hacer todo eso y ella descubre que es maravilloso, que no la degrada como persona y que no compromete en absoluto las cualidades que ella tiene o los sentimientos que puedan estar surgiendo entre ambas.

El BDSM de ¡Sí, mi capitana! es bastante light, en mi opinión, en parte porque es positivo, alegre y reivindicativo. (Porque, repito, aún no habéis visto las cosas que escribo cuando no soy positiva.) Pero hay fustas, dildos, collares, correas, rosarios que sirven para atar manos (!), azotes y probablemente muchas otras cosas que se me olviden.

Aquí hay un romance, pero también una historia que explora los matices de la dominación y sumisión sexual. Es un tema que me interesa mucho, sobre todo porque hay muy, muy, muy poca literatura que yo conozca que lo trate de forma positiva o siquiera con una mínima profundidad. Estoy cansada de violaciones y abusos en la erótica narrados por personas que confunden el tocino con la velocidad. Así que esta novela, a pesar de tener todas las papeletas, no contiene una sola escena de abuso real.

Os garantizo que nadie hace daño de verdad a Mary (de la forma que pensáis) en esta historia. El desafío fue precisamente construir eso, y hablar del placer de Mary, a partir del tropo de la «pobre chica secuestrada por piratas que la convierten en un juguete sexual». De hecho, hay dos escenas que me gustan especialmente: una, la del intercambio de roles entre Anne y Mary como señal de que la confianza entre ellas ha llegado hasta ese punto; y dos, otra en la que la gracia está en que precisamente lo que parece Mary desde fuera es una pobre chica secuestrada y convertida en objeto sexual, un prejuicio que ella manipula en su favor. Mary no es un objeto. Solo es una sumisa a la que le gusta que traten como tal.

Esto es algo más normal, pero aun así, el consenso brilla por su ausencia.

Tanto Anne como Jack comparten una larga historia de disfrute de la compañía de sus «mascotas». A la vez, la relación de Anne y Jack tiene mucho de juego erótico, de unos roles en perpetua evolución que se cimentan en el cariño mutuo. Y, cuando Mary entra en juego, se cuestionan muchas cosas, como por ejemplo: si la mascota es quien tiene el poder sobre la capitana, ¿quién es la esclava de verdad, la mascota o la capitana?

Diana, a mí lo erótico no me va

Con esto último no contaba. Quizás podría haber intuido todos los demás puntos y decidí no hacerles caso. Pero, cuando comencé a publicar erótica —un género, como ya he dicho, bastante agradecido desde el punto de vista económico y emotivo—, me sorprendió que algunas personas fueran así de tajantes. Diana, es que a mí lo erótico no me va. Uh, ¿pero lo erótico no le gusta a todo el mundo? Pues oye, no.

Aquí no hay mucho que hacer. Sí es cierto que existe un prejuicio, similar al que otras personas tienen con la ciencia ficción o con los autores patrios, que es el de pensar «a mí no me va esto» cuando realmente no has leído nada de ese palo, o lo has leído sin saber que lo era (quizás disfrazado de romántica o de ficción literaria). A ver, a mí tampoco me va todo lo erótico. Hay novelas con mucha carga erótica que no me han gustado NADA.

La erótica es algo personal, pero creo que le tenemos un respeto excesivo como autores y como lectores. Pocas veces una novela erótica es solo y exclusivamente sexo. Y, además, es ridículo tenerle miedo a una novela erótica si te ventilas fanfics porno explícitos de la muerte, que sí, son de tus personajes adorados, pero te los lees por la chicha, no me vengas con zarandajas. Y no tiene nada de malo. Solo que a lo mejor también puedes sentir esa conexión con otros personajes.

Pero, por supuesto, no le recomendaría ¡Sí, mi capitana! a alguien que me diga que no le gusta leer escenas de sexo. Porque se basa en eso. A menos que seas una persona maravillosa y te lo leas porque francamente te gusta cómo escribo o cómo desarrollo los temas, que las hay.

Mírala a ella, qué maja.

En suma: ¡Sí, mi capitana! es lo que es. Es una novela muy hentai, con grandes cantidades de sexo, con BDSM y con penes (y coños). Pero también es una novela de humor y de aventuras y mi forma personal de explorar un romance entre dos chicas con un patrón de dómina y sumisa. Las personas a las que más les gusta han abrazado esta dualidad y sintonizan con ella. Diría que es algo similar a lo que sucede con Un pavo rosa, solo que con géneros totalmente distintos: si intentas leerla con expectativas rígidas acerca de lo que «debería ser», es probable que te choque o te moleste, porque no es eso. No podría serlo aunque quisiera.

Eres tú quien tiene que decidir dónde están las fronteras de tu comodidad y hasta qué punto te interesa una historia como esta. Yo lamento de corazón los sonrojos y las decepciones, pero no voy a disculparme por crear la erótica que a mí me gusta leer. Por su parte, esta publicación está dedicada a la pequeña y activa cohorte de fans de este libro, esos que me preguntáis desde hace tiempo «para cuándo la segunda parte». La habrá, la habrá… 😉


haz clic aquí para comprar el libro en versión física o digital.

Facebooktwitterlinkedintumblrmail

El anunciado crowdfunding se retrasa

Tenía escrito en mi calendario que el lunes, 9 de noviembre, empezaba el crowdfunding para la novela de piratas con la que llevo unos meses dándoos el coñazo. Me habréis visto sorprendentemente callada al respecto. ¿Qué quiere decir esto?

  1. Que mi vida NDDUP (no-delante-de-una-pantalla) es actualmente bastante loca. Voy a cambiarme de casa y es la primera vez que voy a amueblar un piso casi desde cero. La idea original era pagar menos de alquiler (aunque vivir en Barcelona es caro de por sí) y tener más espacio para nuestras cosas y las de la editorial, aunque el efecto “ahorro” solo se verá al cabo de unos… meses… años, me temo. (Nunca he vivido más de seis años en la misma casa, y nunca más de tres en la última década. Alguna vez me gustaría probarlo.)
  2. Que mi vida DDUP (delante-de-una-pantalla) también lo es, aunque ahora mismo el único resultado visible sea el libro de las licántropas de Café con Leche. 🙂 He estado ocupada con mi trabajo alimenticio y con otros temas con los que no os voy a aburrir, pero que tienen que ver con planes de empresa más ambiciosos. Por otra parte, estoy pendiente de ver si finalmente se materializan un par de colaboraciones muy interesantes con otras editoriales.

Por todo ello, y como podéis imaginar, voy a posponer una vez más el prometido crowdfunding. Lo siento de veras. Soy consciente de que es un poco gratuito: la novela ya está escrita y corregida (aquí cuento las vicisitudes al respecto), la cubierta finalizada y Sara ha terminado por fin las ilustraciones del interior, pero ahora mismo las dos estamos hasta arriba de trabajo y yo no me veo con fuerzas para estar pintando una casa nueva, promocionando un libro de licántropas, yendo y viniendo del IKEA y además gestionando un crowdfunding.

Sé que hay gente sobrehumana que está haciendo todo eso y además un NaNo, pero yo prefiero coger fuerzas y hacerlo cuando estemos más instalados y consolidados. Lo cual significa, supongo… febrero. Porque en diciembre todo el mundo está de fiestas y en enero llega una tremenda cuesta en la que nadie tiene nunca un chavo.

A esas alturas, quien no se haya olvidado de la existencia de esta novela erótica ya no recordará ni mi nombre, pero no os preocupéis, que ya me encargaré yo de dar la chapa al respecto. Y con suerte, habrá también otras cosas que os llamen la atención. Por ejemplo, vamos a abrir una nueva colección en Café con Leche y quiero poner algunas cosas gratis antes de fin de año. Con un poco de suerte, a lo mejor sumáis dos más dos y decís “¡ah, sí, esta era la loca que tenía esa novela guarrona sobre las piratas!”.

Pues eso. Esta loca se retira, pero solo a su cueva. Aquí seguimos, siempre al pie del cañón.

There’s no business like show business.

Facebooktwitterlinkedintumblrmail

¡Sí, mi capitana! Capítulos 1-5

Con un poco de retraso, porque quería añadir también las versiones para libro electrónico, aquí os presento el extracto de ¡Sí, mi capitana!: La leyenda del monstruo marino. 🙂

Diana-Gutierrez---Sí,-mi-capitana---Extracto

¡Sí, mi capitana! es una novela escrita por Diana Gutiérrez e ilustrada por Sara Pérez, publicada en 2016 por la editorial Café con Leche. Podéis comprar el libro completo aquí. La historia está inspirada en la historia real de las mujeres piratas Anne Bonny y Mary Read.

Lo que sigue son los cinco primeros capítulos. No me hago responsable de lo que pueda ocurrir si los lees en el trabajo o si esperas una dulce historia romántica con los mares del Caribe como fondo. Aquí se cortan miembros, se bebe ron hasta perder el sentido y a las muchachas malas (y a los muchachos, y al resto) se las engancha del collar a una pata de la cama.

18 logo_LGBT

Sigue leyendo

Facebooktwitterlinkedintumblrmail

Portada y noticias frescas de piratas

Tachán, tachán… Esta es la cubierta terminada de P’REZ del libro ¡Sí, mi capitana! ¿A que ha quedado genial? <3

Piratas-cubiertacompleta-web

Por supuesto, esta cubierta incluye portada, contraportada, lomo y solapas, por lo que la edición física del libro será un verdadero lujazo. Aquí un detalle para que podáis apreciar mejor el trazo y la expresión de las piratas. Me encanta la cara de Mary 😉

piratas-detalle

Y ahora un par de noticias 😀

En primer lugar, no me gusta retrasar fechas, pero es innegable: vamos a tener que posponer el crowdfunding un par de meses. Todavía quedan cosas que preparar (*vídeosCOFCOF*), las imprentas están de vacaciones y yo estoy sumergida en la lectura de muchos relatos de licántropas.

En segundo lugar, hay un cambio de ilustradora en el proyecto: Faye (Monsters’ Waltz) no se encargará finalmente de las ilustraciones del interior. En su lugar se ocupará también de ellas Sara Pérez (sí, la misma P’REZ de la portada). Ya hemos comenzado a esbozarlas, pero vamos un poco retrasadas respecto al calendario inicial, así que habrá que tener paciencia. :/

En tercer lugar…

En tercer lugar, la semana que viene subiré los primeros capítulos de la novela, para que podáis echarles un vistazo. Están ya corregidos por mi querida María Gay, traductora y correctora profesional, y salvo error u omisión son como quedarán en el libro. Por supuesto, vendrán con escena porno incluida, porque menuda tontería sería vender una novela erótica sin que podáis echarle un ojo siquiera a mi forma de abordar el tema. Espero que os divierta y que no sea demasiado (ni demasiado poco).

Un salido saludo.

Facebooktwitterlinkedintumblrmail

Sobre la novela esa de piratas (II)

Como ya comenté en la primera parte de esta entrada, tenemos a Diana muy fané y descangayada con una novela erótica entre las manos nacida del ron y el no ver el mundo exterior durante varios meses. Una novela que era un poco demasiado porno para una editorial centrada en romance LGBT, un poco demasiado lésbica para una colección erótica habitual y un poco demasiado guasona para una línea histórica. Sabía que tenía potencial, porque al fin y al cabo la fórmula había convencido a los editores de la anterior colección, pero me venían a la cabeza las portadas de esa y otras colecciones eróticas y no estaba cómoda. Sabía que mi producto se apartaba de esa línea y, sin embargo, estaba mucho más cerca de lo que podría ser la oferta de Ediciones Babylon: un texto multierótico de esencia friki que se lee mejor apoyado por ilustraciones.

Y al fin y al cabo, no tenía yo una minieditorial para nada. Así que me dije: aprovecha esta oportunidad, publica un libro que crees que merece la pena publicar y así descubres cómo es montar un crowdfunding y trabajar mano a mano con una imprenta local. Además, seamos sinceros: tú nos sales más barata que nadie, perra.

Comencé a buscar ilustradores que quisieran participar en el proyecto. Al principio, pensé en reclutar a tres, porque mis amigos ilustradores andan siempre HASTA ARRIBA DE CURRO y es difícil retenerlos durante mucho tiempo. Sin embargo, aquello demostró sobre el papel no solo ser más complicado para todos (comunicarse lleva mucho tiempo y los proyectos creativos requieren una comunicación muy estrecha), sino económicamente inviable. Como una artista se desmarcó por motivos del hastarribismo antes comentado, acordé con las otras una solución salomónica: una se ocuparía de la ilustración de cubierta (a color), y la otra, de las ilustraciones del interior (en blanco y negro).

¿Quiénes eran estas ilustradoras? La primera, Sara Pérez, a quien conocía de oídas a través de Rocío Vega (que participó en Cuando calienta el sol) y de su webcómic Chrysalis. Me gustaba su forma de dar expresividad a los personajes y creía que su estilo había evolucionado muchísimo desde los inicios. Cuando contacté con ella, me alegró que conociera ya la historia de Mary Read y Anne Bonny y que tuviera ganas de leer más sobre ellas: ¡eso significaba que estábamos en la misma onda!

La otra ilustradora era Faye, a quien no conocía de nada, pero me llamaba mucho la atención su mundo loco de mujeres con orejas largas, oscuros secretos y posturas a lo Milo Manara en sus dos webcómics. Me puse en contacto con ella a través de Gurrupurru. Faye no conocía la historia, pero… TETAS Y PIRATAS. Para ella eso ya era un aliciente. Lo que quería decir que, una vez más, parecía que estábamos en la misma onda. 😉

Consideré otras opciones, pero el hecho de que Faye y P’rez fueran comiqueras y que las dos se sintieran cómodas dibujando escenas sugerentes o eróticas era importante para mí. Quería que entendieran la novela y que les gustara lo que iban a dibujar. Aunque yo vaya por la vida como si todo el mundo dibujara, escribiera o consumiera distintos tipos de porno, me he topado con personas que no me han vuelto a mirar igual desde que he sacado el tema. No quería trabajar con alguien que viese lo que hacíamos como algo oscuro y sórdido.

1200px-Capture-of-Blackbeard

Una vez las cosas comenzaron a marchar con las ilustradoras, había que detallar más la campaña de crowdfunding y sus recompensas. Los números son una mierda, pero en buena parte se reducen a solicitar presupuestos y comparar las distintas ofertas. El problema era que, a poco que me descuidara, cambiaba una celda en Excel y la cantidad mínima del crowdfunding pegaba una subida astronómica. He tenido que hacer más recortes que los gobiernos europeos en los últimos años. Yo quería un libro en tapa dura. ¡JA, JA, TAPA DURA DICE!… Vale, tapa dura no, pensemos en rústica. Y un póster de tamaño… ¡JA, JA! ¿DE QUÉ TAMAÑO?… Venga, va. Más pequeño. Y los gastos de envío. Dios, los muy terribles gastos de envío. Por si no fuera bastante el dolor de manipular cada libro uno a uno, viene esto a recordarte que mucho «pero si hoy vivimos en un mundo digital» y hostias, pero las cosas todavía hay que llevarlas de un sitio a otro en camión o en barco. Y eso cuesta dinero.

Por suerte existen los stretch goals. He intentado mantener el objetivo del crowdfunding dentro de lo razonable y todo lo que me encantaría añadir, pero no puedo, ha ido a stretch goals: será lo que haremos si superamos una determinada cantidad de dinero. En realidad, no es tanto: una vez conseguido el objetivo, solo hay que vigilar que aumente proporcionalmente la tirada. Curiosamente, hay una recompensa que ha llamado mucho la atención y que por eso me he esforzado por mantener: el espectáculo erótico de piratas con cena y fiesta. Lo cual demuestra que incluso entre la gente más lectora, estas cosas… mira, que yo equivoqué el oficio, ya lo sé.

El eslabón más débil del crowdfunding es quizás el «bueno, ¿y esto a quién se lo cuento y por qué va a importarle?». Como todo el mundo sabe, yo estoy medianamente dotada para la escritura y vergonzosamente infradotada para las labores de comunicación y ventas, aunque poco a poco voy mejorando (lo segundo). Ya tengo una lista de contactos y un plan de comunicación para todas las semanas. Sé que de esto podría depender el éxito o el fracaso de la campaña: sí, muchos seréis mis conocidos, otros los de Faye, otros los de P’rez, algún alma caritativa se paseará por la plataforma y otro despistado tropezará en el botón de poner dinero; pero el éxito masivo depende del público que no conocemos y de la ayuda que nos den los grandes difusores de contenido. Así que soy consciente de que tengo que quitarme la vergüenza y echarle morro. Y toda la ayuda que nos podáis echar vosotros en este sentido, propuestas, sugerencias, etc., también es increíblemente valiosa.

La fecha prevista de inicio del crowdfunding piratil es el 7 de septiembre de 2015 el 9 de noviembre de 2015 (actualización). Apuntadla bien en el calendario. A partir de ahí, todo es posible. Me veréis muy atareada durante treinta o cuarenta días, pero si sacamos esto adelante, tendremos una experiencia valiosísima y un producto que merece la pena. Lo bueno de estas cosas es que la segunda vez siempre es más fácil, y la tercera más fácil aún. Café con Leche podría valerse de más crowdfundings para sacar otros libros que de otra forma nos costaría demasiado editar. Y al final, de eso va nuestro proyecto literario.

Gracias por adelantado. 🙂

Facebooktwitterlinkedintumblrmail

Sobre la novela esa de piratas (I)

Ahora que ya hemos anunciado «¡Sí, mi capitana!» en Café con Leche, me puedo quitar la gorra de editora entusiasta y volver a ponerme el sombrero de escritora chunga y errática, que es lo que soy.

La historia detrás de esta novela es curiosa. Un día estaba yo recuperándome de una cirugía en casa de mi madre y recibí un mensaje de una agente literaria. Se había leído algunos textos míos, le habían gustado y me preguntaba si tenía material para una novela que formaría parte de una colección erótica.

Ni corta ni perezosa, le compilé en pocos días un libro de relatos acerca de las chicas de Gaylands (que algún fan acérrimo conocerá) con una historia que hacía de hilo conductor y se lo pasé. El resultado fue mixto. La coordinadora de la colección consideró que era una propuesta muy bien escrita y que tenía su aquel, pero que le faltaba un poco de erotismo para lo que buscaban en este caso. La agente me lo tradujo: querían menos literatura y más sexo.

Ante la tesitura de modificar la novela que ya tenía, agarré el portátil, me bajé al bar y me pedí un barril de ron (vale, quizás fueran solo varios cócteles de ron). Pensé: sexo, entretenimiento, acción, aventuras…, piratas. Y me puse a escribir algo totalmente distinto. Hacía mucho tiempo que buscaba un libro sobre la famosa historia de Mary Read y Anne Bonny. Porque parecerá mentira, pero no hay. Está Lobas de mar, de Zoé Valdés, pero es bastante flojucho particular y poco satisfactorio. Está Lady Pirata, de Mireille Calmel, pero le sobran escenas típicas de «oh, mirad: una mujer pirata en un mundo de hombres» y le falta bollerío. El que más entretenido me resultó fue The Sublime and Spirited Voyage of Original Sin, que es una comedia, pero no está traducido al español y ni siquiera va de esos personajes, solo se inspira en ellos.

Yo tomé la historia «real» de estos piratas solo como base. Necesitaba, como me habían dicho, más sexo y más acción (lo que no me impidió ir a varias bibliotecas en busca de bibliografía y sorprenderme ante lo avanzados que los piratas estaban en algunas cosas). Así, Mary se convirtió en una estereotípica joven inglesa secuestrada por los malvados y lujuriosos piratas Anne Bonny y Jack Rackham. Pero como a mí me sale el ramalazo friki como a otros la pluma, comenzaron a haber rebeliones de esclavas sometidas, disfraces furry en el barco de los piratas, una balandra de marineros gays y un homenaje muy sentido al autor de La caza del snark (que da la casualidad de que también es el autor de uno de mis libros de referencia, Alicia en el país de las maravillas). En suma: hice lo que me dio la gana y me divertí de lo lindo. La mayor parte del tiempo, borracha.

Estuve viviendo y respirando piratas durante un par de meses y después le entregué la novela completa a la agente. Ya le había pasado más o menos la mitad y los coordinadores de la colección habían dado un SÍ rotundo a mi nueva propuesta. 🙂 Todo iba sobre ruedas, pero…

Con mucho tacto, la agente me dio malas noticias: el proyecto de la colección había quedado aparcado. 🙁

Me decepcionó un poco, pero no me molesté. El mundo editorial está muy apurado y a menudo los editores trabajan en proyectos que luego no salen adelante (con su consiguiente enfado). Además, al fin y al cabo, esto me había servido para emborracharme escribir otra novela. Para mí lo difícil no es escribir novelas, sino encontrar el momento y el canal adecuado para ellas.

Al cabo de varios meses, todo seguía igual y no había trazas de que el proyecto avanzara, por lo que pensé que tenía sentido buscar otros métodos de publicación. Me apena no formar parte de esa colección, que tenía una buena distribución y una propuesta interesante, pero la vida es larga y el porno es de esas cosas que nunca se acaban. A cambio, y considerando la experiencia que habíamos tenido con el libro Cuando calienta el sol, pensé en la oportunidad de probar por primera vez un crowdfunding y de controlar otros aspectos de la edición del libro, cosa que también me tentaba. Y en mi opinión, un libro de este tipo llamaba a ser ilustrado.

(Continuará…)

Facebooktwitterlinkedintumblrmail