¡Más fanarts de Un pavo rosa!

He tardado, ¡pero por fin he escaneado los fanarts de Nick y Álex que me dio Albaharu en las jornadas KBOOM! ¡Me en-can-tan!

¿Que cómo voy con la segunda parte? Em, pues eso. Voy.

Tengo que decir que este año me ha hecho ilusión encontrarme con fans inesperados. En Sant Jordi y las KBOOM vinieron a verme varias personas que querían charlar específicamente sobre Un pavo rosa o que venían a comprarlo por recomendación de alguien. Alguna vez me ocurre también en las redes sociales que alguien (desconocido para mí) salta: «Oye, que me he leído todo lo tuyo y me flipa». OH, LECTORES ANÓNIMOS QUE TAN SILENCIOSAMENTE PASÁIS POR MIS CREACIONES CUAL VIENTO ENTRE LOS SAUCES, ¿POR QUÉ NO DAIS SEÑALES DE VIDA ANTES?

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Grandes poemas de amor

Lo reconozco, todo este tema de #blumettra y el fanfic que escribí casi de broma me ha puesto romántica. De pronto tengo ganas de leer sobre amor, escribir sobre amor en todas sus versiones. Me pasa de vez en cuando.

Poemas de amor

Lo bonito de los poemas de amor es que no pasan nunca de moda. Desde los versos que nos escribíamos en la carpeta hasta las grandes composiciones románticas, todos hemos garabateado alguna vez rimas dirigidas a la persona amada. A su manera, lo hace hasta Álex en Un pavo rosa.

Sí, esto me da ternura ahora… ¡Y es algo que escribíamos en las carpetas del cole! ¡Lo sé!

Aunque yo soy mucho más narrativa que lírica (y, por tanto, tiende a gustarme la poesía más narrativa), hay ciertos poetas que me pierden, y muchos son de los que se consideran «tradicionalmente» románticos… en el sentido romántico-trágico. Por ejemplo, Gustavo Adolfo Bécquer, cuyas composiciones siguen siendo siendo top of the pops en los institutos muchos siglos después.

Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?

Gustavo Adolfo Bécquer, XXX, incluido en Rimas (1868)

También me gustan mucho los versos de amor de Federico García Lorca, como aquellos del Romancero gitano, aunque en ellos casi todos los personajes acaben fatal y los amores sean de los que duelen.

Su desnudo iluminado
se tendía en la terraza,
con un rumor entre dientes
de flecha recién clavada.
Amnón estaba mirando
la luna redonda y baja,
y vio en la luna los pechos
durísimos de su hermana.

Federico García Lorca, Thamar y Amnón (fragmento)

Una mención especial a los poetas que no son especialmente conocidos por su poesía amorosa. Por ejemplo, Edgar Allan Poe. Sí, el de El cuervo. ¿Sabéis que en el fondo lo que a él le gustaba era ser poeta? Su poema Annabel Lee me rompe el corazón, sobre todo cantado por la grandísima Stevie Nicks de Fleetwood Mac.

For the moon never beams, without bringing me dreams
   Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
   Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
   Of my darling—my darling—my life and my bride,
   In her sepulchre there by the sea—
   In her tomb by the sounding sea.

Edgar Allan Poe, Annabel Lee (fragmento)

Otra que no solía hablar mucho de amor era Gloria Fuertes. Ahora que vuelve a ser trending topic gracias a ciertos libros, hay gente redescubriendo los poemas para adultos de esta escritora. Pero también se puede hablar de amor de forma implícita, como en su extraordinario poema Isla ignorada. O por su ausencia:

En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.

Gloria Fuertes, En las noches claras

Y, por supuesto, cabe siempre hablar del amor (o desamor) con uno mismo, como solía hacer Jaime Gil de Biedma increpando a su propia figura.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma, Contra Jaime Gil de Biedma (fragmento)

Y esto no es todo lo que voy a escribir sobre amor. Tengo pendiente una entrada sobre amantes famosos en la literatura y más cosas, así que dadle un poco de cancha a la Diana moñas de estas semanas. 😉

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La escritora que se puso a ver GH VIP por #Blumettra

Actualización: La historia de #blumettra tuvo un final abierto, por desgracia, pero puedes leer el fanfic romántico que escribí de una sentada imaginando que Elettra y Daniela volvían a hablar. 🙂

El último mes he estado un poco bastante enferma con lo que ha resultado ser un bicho en la barriga. Por estar inmunodeprimida debido a mi compañera de fatigas, servidora pilla infecciones como si no hubiera un mañana y en ocasiones cuesta librarse de ellas.

En parte por hastío y en parte para intentar distraerme, me dediqué a ver vídeos y a investigar fandoms que en la vida me han llamado la atención. Tenía como una necesidad muy grande de irrelevancia, de evasión de las visitas continuas al médico, de algo inocente y tontuno que me entretuviera.

Ahora os comento…

Así me topé primero con #Camren, ese curioso ship de Fifth Harmony ya bastante muerto y enterrado pero que en su momento dio mucho que hablar. Al ver esa montaña de vídeos, fanfics, fotomontajes y teorías más o menos plausibles, mis pensamientos fueron:

1.º: Joder, si las muchachas NO estaban liadas, qué presión.
2.º: Joder, si las muchachas estaban liadas, qué presión.

Me leí algunos fics. No es necesario citarlos porque, sinceramente, no me impresionaron más allá de su longitud y su número de lecturas. Me sorprendió que en muchos de ellos se obviara el aspecto de que las chicas son famosas y forman (o formaban) parte de un grupo musical, porque para mí era el quid de la cuestión. Si le quitas ese aspecto y escribes un romance lésbico sin más (y teniendo en cuenta que yo podía entenderlos sin apenas conocer al grupo, muy complicados no serían), la historia no deja de ser una narración romántica sin absolutamente nada de particular.

Por eso me centré en los fics en los que Camila y Lauren actúan conociendo la idea de Camren, para bien o para mal. 🙂 Como seguramente sepáis, me llama mucho la atención la idea del fandom y cómo interactúan los fans con sus objetos de deseo. Y en estas, estando yo desprevenida y con la guardia baja, comencé a ver tuits en mi timeline acerca de un concepto desconocido: #Blumettra.

Elettra Lamborghini y Daniela Blume haciéndose un selfie, tía.

Para no cansar al lector que seguramente no tenga ni la menor idea sobre esto: resulta que hay un programa de televisión llamado Gran Hermano que fue el gran éxito de una cadena que por entonces se dedicó a programar toda su parrilla en función del citado programa. Dicho espectáculo creó una versión VIP de sí mismo en la que participaban famosos (gente conocidilla), supongo que porque el mercado tampoco podía absorber tanto famosillo exclusivamente creado por y para el programa. Yo nunca había visto Gran Hermano. Bueno, miento: vi la final del GH1 porque coincidió que estaba atrapada en una casa donde SE VEÍA GRAN HERMANO COMO DOGMA Y OBLIGACIÓN, y me pareció el peñazo más insoportable del siglo.

Este mes, este año, en 2017, he hecho lo nunca visto. Lo que jamás me imaginé haciendo. Por curiosidad, he sintonizado Telecinco y he elegido, por voluntad propia, «Gala GH VIP». ¿Resultado? Un peñazo igual de inaguantable que el primero. Horas y horas de discusiones irrelevantes, de dramáticos intentos de acercamiento, de presentadores comentando durante horas hasta el más mínimo detalle de gente que ni me va ni me viene. Pero ¡ah, ah! Si las galas son un aburrimiento, al menos lo seguiré en Twitter, porque está eso de #Blumettra…

#Blumettra son Daniela Blume y Elettra Lamborghini, dos participantes de GH VIP (¿las conocíais? Gracias, yo tampoco) que se atraen salvajemente y se pasan la mitad del tiempo tonteando y la otra mitad dramando y peleándose. Lo de que se atraen salvajemente no lo digo yo, es de pleno conocimiento. Claro que en esa casa tampoco hay mucho que hacer, así que es normal que uno acabe una semana peleado con alguien y la otra semana zumbando sobre el colchón con esa misma persona.

A mí cada vez que una se pone las gafas y la otra el traje de leopardo me da como ternura.

De alguna manera me han tocado la fibra sensible. Quizá sea porque, al menos por lo que parece, (aún) no se han dignado o no se han atrevido a echar un polvo, comportándose más bien como dos adolescentes en la edad del pavo. Quizá sea porque Daniela Blume, su punto choni y su particular visión de la vida me evocan bastante a una Nick con veinte años más. Quizá sea porque Elettra es una Paris Hilton muy cuqui y con una expresividad bastante hilarante, y yo siempre he tenido simpatía por Paris Hilton, que participa en realities sin tener la más mínima necesidad de ello.

Pero reconozco que lo que me ha atrapado, y lo que me ha hecho seguir el hashtag de esas dos a través de Twitter (además de #VIPdirecto, por supuesto), han sido sus fans. Claro, #Camren ya había acabado cuando yo llegué, pero #Blumettra está sucediendo ahora. Los fans de #Blumettra están locos por que se arreglen y se líen como parece que tienen ganas de hacer.

Pero Telecinco es el mal y lo está demostrando con creces. Al principio me sorprendió que hablaran de TODO menos de #Blumettra, pero supuse que se lo estarían guardando para el final y que primero querrían meter un montón de mierda entre ellas, que tengo entendido que es lo que da juego en los realities. Ahora tengo una visión distinta.

El programa mandó a Elettra a Brasil a hacer un intercambio con el Gran Hermano de allá, y supongo que si de paso se liaba con algún brasileño, pues mucho mejor. Pero eso no ha ocurrido y, sin embargo, los fans de #Blumettra han montado una serie de comandos que ríete tú de la organización de los de verdad que seguían el viaje de Elettra y su vuelta a la casa de Gran Hermano. Su misión era transmitirles a las chicas este mensaje: Elettra, Daniela te quiere; Daniela, Elettra te quiere. Así de sencillo y así de tontuno, una especie de declaración de amor y de vía libre para las dos.

Y han conseguido que ellas dos se enteren pese a la seguridad de los aeropuertos de Barajas y Río de Janeiro, pese a la acústica impenetrable de la casa de Gran Hermano y pese a quien le pese. Han sido trending topic varias veces en un fin de semana de fútbol. Han hecho directos, han esquivado policía y han coordinado casi en secreto la subida a Guadalix. Realmente, me quito el sombrero.

SÍ, POR FAVOR. ESA CHAQUETA DE DAMA ROSA. ESAS ZAPATILLAS. SÍ.

Ante esto, la respuesta de Telecinco ha sido callar como una puta y, al final, responder con una de las entradas de blog de Daniela en la que decía que la casa estaba mucho más tranquila sin Elettra. Eso es ser malo y no lo de los concursantes.

Cuando trabajaba en la tele, una de las cosas que odiaba era la superioridad de la que hacían gala algunos, como si el hecho de que tú producías lo que veían otros te hiciera mejor que el resto de la humanidad. Estoy casi segura de que la censura al tema #Blumettra no se trata (solo) de homofobia ni, probablemente, ni siquiera de audiencia. Es que a alguien se le ha metido entre ceja y ceja que a esas niñas que van a gritarles cosas a las de GH VIP hay que hundirlas. Que las carpeteras (porque, a estas fechas, me he enterado de que así se llama a las shippers de Gran Hermano) son una raza inferior y los productores siempre tienen la razón.

Por supuesto, tú en un reality puedes manipular a tu antojo, porque dispones de toda la información que a los participantes les falta. Puedes hacer que la gente se reconcilie de un plumazo. Puedes unir parejas, romper amistades, meter concursantes nuevos de sopetón, hacer que todo el mundo desconfíe de todo el mundo. Es muy probable que algunas de estas cosas incluso vengan pactadas de antemano.

Pero es fascinante, divertido y un poco triste, al mismo tiempo, ver a estas chiquillas (porque la gran mayoría son chicas y jóvenes) echarles semejante pulso a los controladores del reality y poner tantísima carne en el asador. Todo por dos chicas del VIP que, SINCERAMENTE, YA PODRÍAIS ARREGLAROS SOLAS.

No me fascina tanto #Blumettra sino todo en torno a #Blumettra, el fandom en torno a #Blumettra y las cosas que estas chicas jóvenes son capaces de hacer en contra de los santos cojones de esas personas que están por encima en Gran Hermano. Porque me gusta mucho cuando los fans son capaces de burlar las limitaciones.

Y porque, qué demonios, yo también soy un poco romántica y quiero que triunfe el amor. Y a ser posible, que la del disfraz de Supergirl y la del disfraz de vaca se coman la boca frente a las cámaras en honor de todas esas chicas que tantas ganas han tenido de hacerlo antes de ellas, y en contra de la voluntad de aquellos que intentan vender cualquier relación antes que esa.

Con amor, siempre.

Ahora, si me disculpáis, tengo que cenar y volver a mirar si Elettra ha llegado ya a Guadalix. Irrelevantes abrazos.

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BSO de Un pavo rosa (Acto I)

Por si alguien no se ha dado cuenta aún, Un pavo rosa es una comedia musical. En él la música, al igual que la representación teatral, tiene una importancia enorme. En esta entrada hablé de la obra que en él se representa, la famosa El hombre de la mancha, pero hoy voy a desglosar las canciones que componen esta «banda sonora» de este primer acto de la historia. ¿Preparados para el flashback?

—¿Pero tú conoces algo de música, aparte del Play Music y los 40 Principales? ¡Ninguna de las aberraciones que has nombrado merece siquiera llamarse música!

—¿Qué? —dijo Nick, perpleja—. Bueno. Pues lo mismo yo creo que lo que escuchas tú es una basura, ya ves. Cada uno tiene sus opiniones.

La mayor parte de la música que escuchan los personajes de la novela son canciones conocidas de los 90. La década de los 90 es, a día de hoy, la gran desconocida: todavía no ha pasado el tiempo suficiente para que la distingamos de la música que se publicó en los 2000-2010 (tampoco ayuda que los primeros 2000 tuvieran un sonido muy parecido) y, para otros, forma una especie de amalgama indistinguible con los años 80 que se engloba dentro de aquello llamado juventud o infancia.

Sin embargo, para los que fuimos adolescentes a mediados de los 90 había muchas opciones. Fue una época de esplendor para el rock y el punk alternativo (Garbage, Green Day, Offspring) y los inicios de géneros como el grunge o su derivación screamo (Nirvana, Soundgarden, Foo Fighters). También tuvimos hip-hop, el comienzo del nu-metal, una época dorada del pop británico (los años del «Cool Britannia»), varias «mujeres blancas enfadadas» como Alanis Morissette, Tracy Bonham, Ani DiFranco, Meredith Brooks… Y, por supuesto, ese género tan noventero y tan europeo como el eurodance, una especie de tecno-trance-bakalao mezclado con melodías poperas y pegajosas cual chicle de fresa. Nadie ha reconocido lo suficiente la influencia del eurodance en sus primeros besos o en sus primeras borracheras.

Si no tienes tiempo para leer la lista entera, he creado un par de listas en Spotify que te harán el apaño. Incluyen algunas canciones que finalmente no cupieron. 😉


1. Backstreet Boys – Everybody (Backstreet’s Back)

Aunque se tratase solo de decidir qué Backstreet Boy estaba más bueno en general, si Kevin o Brian, Nuria era capaz de defender a muerte su elección.

Everybody (1998) fue el primer single del segundo álbum de estudio de los Backstreet Boys, aquel grupo de muchachos de Orlando que seguían la estela de las boybands como New Kids on the Block y Take That. Boybands siempre ha habido y siempre habrá: responden a la fórmula de chicos jóvenes y guapos (ahora se dicen metrosexuales) que cantan canciones pop no muy complejas, con cierta armonía vocal, y que provocan una reacción automática entre las adolescentes. Se podría decir que están asociadas irresolublemente con su despertar sexual.

En Un pavo rosa, aunque Nick prefiere a Kevin y Nuria a Brian, Álex establece una correlación lógica (de esas que solo Álex entiende) entre su compañera Verónica Harrington y Nick Carter de los Backstreet Boys. Al margen de si el parecido físico es notable o no, el apodo termina por ser muy popular en el instituto.

2. Chayanne – Salomé

Su vecino eligió ese momento para dar volumen a Los 40 Principales, el Play Music o lo que fuera que estaba escuchando esa mañana: Baila que ritmo te sobra, baila que báilame, retumbó la pared con la voz de Chayanne.

Chayanne fue una muestra más de la penetración de los artistas latinoamericanos en la península, al estilo de Ricky Martin o Shakira. La fórmula era simple: cantante de buen ver y temas bailables al tiempo que románticos con cierta inspiración latina (los ritmos «latinos» como el reggaetón todavía no estaban tan de moda). La canción Salomé hizo estragos en el verano del 98 y su estribillo nos persiguió durante años.

En Un pavo rosa, es una de las primeras canciones que aparece, para definir bastante bien el ambiente en el que nos movemos. Esto no es un libro hipster, señores. Aquí las protagonistas se despiertan con Chayanne a todo volumen en el televisor del vecino.

3. Garbage – When I Grow Up

Un extraño silencio imperó después de esto, con la canción de When I Grow Up como fondo.

Garbage es uno de los pocos grupos que lograron un resultado duradero mezclando rock alternativo con una electrónica sucia bastante convincente. Aunque yo prefería a los Garbage más en bruto de I’m Only Happy When It Rains a los más refinados de Cherry Lips, reconozco que supieron reciclarse y gustar al gran público, cosa que no era tan fácil con su estilo. Pegaron fuerte desde mediados de los 90 hasta bien entrados los 2000.

Aunque lo que más se recuerda de When I Grow Up es el «papapapá, papapapá» del estribillo, este tercer single de Version 2.0 (1998), después del grandioso I Think I’m Paranoid, es una especie de himno a la adolescencia. Tenía una letra que pretendía reflejar la irreflexión y el arrojo de la edad. «Unprotected, God I’m pregnant, damn the consequences». Era ideal para que sonara en el pináculo del teenage angst de la novela.

4. Green Day – Basket Case

Dio un portazo, puso Basket Case de Green Day a todo volumen en su minicadena y se arrojó de un salto sobre la cama. Protegida por el sonido atronador de la guitarra eléctrica y la voz de Billie Joe, dejó caer unas pocas lágrimas de autocompasión.

También conocida como «la canción del boli verde» y «oyoyoyoy la canción esa» en Un pavo rosa, el tema punk rock Basket Case (que podríamos traducir como «Un poco ido») es uno de mis temas favoritos de Green Day y con el que identifico bastante a Álex. 😉

Aunque el disco que Green Day había sacado en 1998 se llamaba Nimrod, Basket Case es de 1994. Más adelante también se harían famosos otros temas como American Idiot y When September Ends.

5. DJ Kun – Ponle sabor

—Y en el número cinco de nuestro Top Play continúa DJ Kun con su canción Ponle sabor. Os dejamos con ella.

¿Alguien se acuerda de DJ Kun? Era un chico argentino que hacía una especie de, no sé, ¿pre-reggaetón? Su canción Ponle sabor estaba por todas partes en 1998. Lo cual se traduce, lógicamente, en que suena de forma invasiva cuando Nick va al baño en su casa.

6. Nirvana – Smells Like Teen Spirit

El sonido de la música resultaba atronador para los oídos de Álex: With the lights out it’s less dangerous, decía Kurt Cobain, y por un instante, Álex deseó amordazarlo.

Obvio, pero no podía dejar fuera este homenaje noventero al teenage angst y la canción más conocida de Nirvana. Álex es una gran fan de Kurt Cobain (al extremo de que tiene la agenda decorada con recortes suyos y que piensa que Courtney Love debería estar en la cárcel).

Hasta los que en su vida han escuchado grunge pueden recitar este estribillo: «With the lights out, it’s less dangerous / Here we are now, entertain us». Tenía sentido que sonara en una fiesta repleta de adolescentes.

7. Ska-P – El gato López / Cannabis

—¡Manu! Querrás ya dejar de hacer el mono de una puta vez —voceó desde atrás una voz de chica.

—Sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, este López.

España entera bailó ska y gritó oi! con Ska-P en 1997-98. Es uno de estos fenómenos que a veces aparecen: un grupo de anarcopunks que firma por una gran discográfica y hace un disco que va y gusta al gran público. Con letras como «Somos la revolución, sí, señor, tu enemigo es el patrón», que canturreaban los adolescentes de todos los tipos mientras se liaban un porro.

En Un pavo rosa aparecen dos canciones de Ska-P, a falta de una: El gato López, que en mi cabeza está asociada firmemente con Richi y su familia, pese a tener distinto apellido; y Cannabis, que se menciona de pasada en otro momento. Era muy difícil no tener en la cabeza en todo momento ese estribillo de «legalegalización». Ska-P siguieron sacando álbumes y haciendo canciones en su estilo durante casi toda la década de los 2000.

8. Roxette – Joyride

Por los altavoces de la montaña rusa, que vibraba con el peso de las vagonetas, sonaba una versión acelerada de Joyride, de Roxette.

Se escucha como un eco en la montaña rusa de la feria bajo la que hablan Álex y Nick. Si me hubiera puesto estricta con la época, lo más probable es que hubiera sonado la reciente Sleeping In My Car o, como mucho, How do you do! Pero Joyride era ineludible para una feria con sus cacharritos y su algodón de azúcar. No podía resistirme a hacer que Álex abriera su corazón mientras de fondo sonaba ese inconfundible estribillo: «Hello, you fool, I love you».

9. Ace of Base – Cruel Summer

Los Ace of Base gritaron it’s a cruel, cruel summer.

Al igual que Roxette, Ace of Base también eran suecos, y sus melodías de corte pop dance pegaron fuerte en los 90. Seguramente recordaréis esa icónica All That She WantsCruel Summer es una versión de una canción de Bananarama de los ochenta (si aún no habéis escuchado a Bananarama, no sé qué estáis haciendo). Aunque me gusta más la original, esta canción pegaba perfectamente con ese verano salvaje que están viviendo Álex y Nick en el 98.

10. Camela – Estrellas de mil colores

—¿Cómo es la canción? Soñaremos juntos llenos de ilusiones, veremos las estrellas… —Puso cara de morder un limón.

De mil colores… —completó Nick con una sonrisa.

Los 90 no están completos sin Camela. Puedes pensar lo que dé la gana acerca de su tecnoflamenco-rumba-pop-todo-suena-parecido, pero el grupo vendía millones de discos por entonces. Si no era Escúchame, este otro tema tenía que hacer su aparición. A Nick le gusta mucho Camela, incluso tiene cintas grabadas de ellos. ¡Eso para Nick es mucho!

11. Frank T – La gran obra maestra

Alguien había tenido la buena ocurrencia de poner a Frank T, cuyo rap sonaba a todo volumen.

Al igual que aquellos que no son fans del grunge saben lo que es Nirvana, aquellos que no son fans del rap quizá conozcan a Frank T. En 1998 era uno de los máximos exponentes del hip-hop patrio, primero con su grupo (El club de los poetas violentos) y luego en solitario. Es de Torrejón, a pocos kilómetros de Alcalá de Henares, la ciudad del este de Madrid que acogió el nacimiento de la escena del rap en España. En Un pavo rosa actúa precisamente en las fiestas de Torrejón de Ardoz.

Frank T es un bro. Es un tipo inteligentísimo con unas letras de lo más ocurrentes. Las chicas le tenemos simpatía porque nunca ha adoptado esa actitud típica de raperos de degradar a las mujeres por diversión. Echa una mano a los chavales que quieren hacer hip-hop en España y es, como supongo que siempre quiso, un modelo para ellos. A Nick le gusta mucho… en muchos sentidos, lo que hace bastante probable que repita aparición en el acto II.

12. Soundgarden – Black Hole Sun

Jorge tenía puesta Radio 3. A través de los altavoces de la minicadena sonaba la canción del momento de Soundgarden.

Aunque no es mi canción favorita de este grupo, era otro de esos temas que estaban por todas partes a finales de los 90. Soundgarden representan el grunge ya algo derivativo, heredero de Pearl Jam y Nirvana, y tuvieron un gran éxito con esta canción y con su otro single, Spoonman. En mi cabeza Black Hole Sun está asociada a Jorge y, más específicamente, a la manera trágica de ver la vida que él y Álex comparten: «Black hole sun, won’t you come / And wash away the rain…».

13. Olivia Newton-John – Xanadu

—¿Qué es eso? —preguntó Álex, levantando la vista.

—Es que estaba puesto el vídeo —explicó rápidamente Nick.

—No, espera. ¿No es esa la película de Xanadu?

También conocida como «la canción que suena en ‘ese momento'», es una de las pocas canciones de la novela que no pertenece a los noventa, pero sí a un musical. A uno de los peores musicales de la historia, para ser sinceros, ese que se suponía que debía catapultar a Olivia Newton-John a la fama después de Grease y que la catapultó de cara a las críticas más duras.

Con todo, la escena de los patinadores (que presencian con arrobo las dos protagonistas de la novela) es entrañable. En todo Un pavo rosa hay detalles inspirados en diversas películas musicales. De Xanadu está presente, sobre todo, el sombrero blanco de vaquera, pero animo a cualquiera que esté aburrido a intentar encontrar más señales, tanto en el acto I como en el II.


Con este percal, de nuevo… ¿Qué se puede esperar para el acto II? Más años 90, por supuesto, pero habrá algunos cambios. La música está evolucionando rápidamente. El eurodance da sus últimos coletazos. El hip-hop se adueña del cambio de milenio. Puede que a Álex y a Nick ya no les interese tanto la música que respectivamente les gustaba.

En Un pavo rosa 2 harán su aparición todos los grupos británicos de pop rock que, esta vez sí, a mí me encantan, pero también habrá espacio para el pachangueo y las canciones procedentes de musicales. Todavía estoy puliendo lo que se quedará y lo que no (so pena de que la novela parezca más bien un anuncio). A veces me veo en la tesitura de buscar exactamente el día en el que salió un sencillo en España, ¡y no creáis que es tan… sencillo! 🙁

En general la banda sonora será similar a la del acto I, pero es posible que suene algo más «barroca» (iba a escribir «madura», pero JAJAJAJA). Si es así, estará en consonancia con el texto… 🙂

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Teaser del acto II de Un pavo rosa

¡He terminado el acto II de Un pavo rosa! Aquí está.

Había que imprimirlo para dar fe, pero la impresora de mi curro se ha quedado muerrrta con semejante taco de folios.

¿Queréis leer algo? ¿El primer capítulo? Vamos con algo más visual, mejor. Estas son Álex y Nick con el atuendo que llevan en parte del acto II y vistas por la increíble tableta de dibujar de Henar Torinos.

No sé cómo lo ha hecho, pero a esa Álex le daba yo un muerdo.

Nick con un traje. Esto es… es… ES.

¿Qué os parecen? ¿Mucho cambio en poco tiempo? Hombre, tan poco no será, ¿habéis visto que a Nick le ha crecido ya su melena a lo tazón? Y la Gran Pregunta: ¿QUÉ DEMONIOS UTILIZARÁ ÁLEX PARA ALISARSE ASÍ EL PELO? ;D

Ahora bien: si volvéis al taco de folios (después de admirar los dibujos), es posible que veáis una duda con el subtítulo. Es la primera de muchas. Porque de esta versión, aproximadamente un 50% será descartado, enviado a la papelera (azul) y convertido en pulpa para imprimir catálogos del Media Markt.

Que no cunda el pánico. Yo escribiendo soy una «pintora al óleo». Suelo escribir mucho y no siempre encuentro a la primera lo que quiero decir, o más bien lo que la obra ha decidido decir. (*) Entonces pongo otra capa de pintura más definida encima, a menudo tapando lo que ya había hecho. Y voy añadiendo capas y capas hasta que el conjunto está más o menos completo. Por supuesto, en las sucesivas revisiones se va desechando material; es lo lógico, aunque a veces todavía me pica deshacerme de esa escena que tanto me gusta y hago la trampilla de ponerla en otro sitio o convertirla en algo diferente (pero con la misma línea de diálogo).

«Terminar» una novela, en mí, que tengo este estilo de escritura y que además me dedico a hacer NaNoWriMos, significa más bien: «Producir una cosa que se podría leer desde el principio hasta el final sin demasiados fallos de coherencia». Énfasis en podría y en demasiados. Porque este acto II tal como está, maaadre mía. Si dieran un premio a las subtramas peor resueltas, estaría nominado de fijo. (En mi defensa debo decir que Un pavo rosa tiene un montón de personajes. Pero sí, ya sé que no es excusa para dejar una trama más colgada que un cuadro solo porque había que llegar al clímax).

En suma, esta versión aún no es Un pavo rosa (Acto II), sino una especie de amago de lo que será. Bueno, si estiro la pata, mi pareja tiene permiso para pasársela a todos los que necesiten saber cómo acaba la historia de Álex y Nick, pero salvo caso de extrema necesidad, no creo que sea necesario hacer pasar a nadie por esto. A estos folios les falta toda la revisión que les hará pasar de «cosa que más o menos cuenta la historia» a una novela. Y llegaremos a ello, poquito a poco: todavía queda mucho 2017 por delante… 🙂

(*) Si hablo de forma tan impersonal, es porque no puedo evitar la sensación de que las historias, en muchos casos, están ahí para ser descubiertas y relatadas; y que son mejores cuanto más se adecuan a lo que quieren decir. Como decía Michael Ende, es necesario encontrar el tono de la historia, pero cuando llegas a ese tono adecuado, la historia se hace real. Yo identifico «tono» con algo musical. Y como soy tan negada para la interpretación, tengo que tocar muchas notas antes de llegar a esa tonalidad cristalina.

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Los villancicos más curiosos

Me gusta mucho comparar las canciones navideñas populares en España con las de otros países. Ahora que la música es cada vez más enlatada y en todas partes se escuchan los superéxitos del tipo White Christmas o Let It Snow, ahora que los escritores incluso van y escriben historias con títulos de villancicos yanquis, a veces me gusta recordar que los villancicos que yo más oía de niña decían cosas como esta:

Canta, ríe, bebe, que hoy es Nochebuena
Y en estos momentos no hay que tener pena
Dale a la zambomba, dale al almirez
Y dale a tu suegra en «mitá» la nuez

Canta, ríe, bebe es uno de mis villancicos favoritos. La letra no tiene desperdicio: viene a decir que nos vamos a agarrar la melopea del siglo y a armar un ruido del copón, pero que da igual porque esta noche es Nochebuena (y mañana Navidad). Eso sí: a las suegras ni agua, y a los tenderos que no dan aguinaldo, un buen tiro en la sien. Tal como leéis.

Los villancicos que cantamos se suelen dividir en dos grupos. Por un lado, los serios, como Noche de paz o Adeste fideles, normalmente de composición internacional y mucho más centrados en la solemnidad de esa noche y en el hecho religioso (solo hay que evocar el estribillo de Noche de paz). Por otro, los populares. Estos son los que hablan de comer, de beber, de reír y también a veces de broncas, de miseria y de vírgenes rocieras.

Uno de sus mejores ejemplos es La marimorena, que en la versión que yo conozco (no en otras) describe una juerga antológica en un portal de Belén bastante necesitado:

En el portal de Belén han entrado los ratones,
y al bueno de San José le han roído los calzones.

La marimorena (RAE: «Riña, pendencia, camorra») no se libraba de racismo, porque una de sus partes decía precisamente:

En el portal de Belén han entrado los gitanos,
y les dice San José: «Cuidadito con las manos».

Huelga decir que los gitanos acababan robándole los pañales al niño (perdón, al Niño) o, en otras versiones, el aguinaldo. Este era el protagonista de las disputas más terribles. Por ejemplo, en Ya viene la vieja, menuda era la susodicha. Suponemos que no quería quedar mal, ¡pero con lo mínimo!

Ya viene la vieja con el aguinaldo.
Le parece mucho, le viene quitando.

El villancico Arre, borriquito hacía gala ya de su cansancio por los pedigüeños y explicaba su proceder con una lógica popular impecable:

En la puerta de mi casa voy a poner un petardo,
«pa» reírme del que venga a pedir el aguinaldo.

Pues si voy a dar a todo el que pide en Nochebuena,
yo sí que voy a tener que pedir de puerta en puerta.

De hecho, estos villancicos generalmente juerguistas y alegres solían tener puntos en los que la letra se te helaba un poco en la garganta. Dime niño, que por cierto parecía tener problemas para establecer la auténtica maternidad y paternidad del niño Jesús, nos obsequiaba con esta perla:

La Nochebuena se viene, dum, dum, dum,
la Nochebuena se va.
Y nosotros nos iremos, dum, dum, dum,
y no volveremos más.

Otra cosa habitualmente presente era la obsesión en todo Belén por el chocolate. De niña no le encontraba mayor problema, pero cuando supe del descubrimiento de América, me di cuenta de que era un poco raro eso de que anduvieran todos locos por algo que… ¡no se conocía en la época!

Esta es la letra del simpático Hacia Belén va una burra, que hoy debería ser venerado por los hipsters por su espíritu reciclador:

Hacia Belén va una burra, rin, rin,
yo me remendaba, yo me remendé,
yo me eché un remiendo, yo me lo quité,
cargada de chocolate.

Lleva en su chocolatera, rin, rin,
yo me remendaba, yo me remendé,
yo me eché un remiendo, yo me lo quité,
su molinillo y su anafre.

María, María, ven acá corriendo,
que el chocolatillo se lo están comiendo. (¿Ah, que no era para todos?)

Pero para locuras, nada mejor que Los peces en el río. Sí, la virgen se peina entre cortina y cortina y luego tiende en el romero… ¿pero qué pasa con los peces bebiendo, bebiendo y volviendo a beber? ¿No se supone que es eso lo que hacen siempre los peces? ¿O es que no beben precisamente agua?

Pero mira cómo beben los peces en el río.
Pero mira cómo beben por ver a Dios nacido.
Beben y beben y vuelven a beber,
los peces en el río por ver a Dios nacer.

Aunque el premio al villancico más psicodélico yo se lo daría a Gatatumba, que conocí sobre los seis años gracias a mi libro de texto y que me provocó una extrañeza considerable (a duras penas me podía creer que eso fuera un villancico). En la versión de Parchís lo mezclan con otro que yo conozco con otra música.

Gatatumba, tumba, tumba,
un pandero sin sonajas.
Gatatumba, tumba, tumba,
no te metas en las pajas.
Gatatumba, tumba, tumba,
toca el pito y el clavel.
Gatatumba, tumba, tumba,
tamboril y cascabel.

Por último están los villancicos «modernos» y las reinterpretaciones de los artistas, como el famoso El tamborilero, a mi juicio una mezcla brillante de la tradición popular con una vocación más seria y espiritual. Como este tiene poca chicha desde esta perspectiva, os dejo con mi villancico favorito, que en realidad es un poema: El camello cojito, escrito por Gloria Fuertes. Aquí ya entraríamos en el terreno de lo derivativo y la sátira (como en su maravilloso «Las tres reinas magas»), pero eso da para otra entrada.

Los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero,
le quiero, repitió el Niño.

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I Saw Mommy Kissing Santa Claus (Un pavo rosa: Entreactos)

Ando a mil cosas, pero aquí dejo una breve historia navideña de Un pavo rosa para desearos feliz Navidad y amenizar un poco la espera para el acto II. También podéis descargarla directamente en PDF. Espero que os guste. 😉

INTERLUDIO
I Saw Mommy Kissing Santa Claus

Una historia de

1. Santa Claus

Le habían comprado un traje blanco y una capita plateada. Su madre se había pasado horas recortando formas de una cartulina dorada, cosiendo estrellas aquí y allá, cortando hilos con los dientes. Cuando por fin le enseñó el resultado, Nick gritó de emoción. ¡Iba a ser un ángel de verdad, un auténtico ángel del cielo! Y no te olvides de esto, añadió su madre, que le colocó en la espalda un palito con un aro que parecía flotar sobre su cabeza. Nick quería ir a enseñárselo inmediatamente a sus vecinos, pero ella se negó. Si te lo pones ahora, se manchará, ¡y no me he pasao yo el rato pa que esto se eche a perder!

Por suerte, el día de la representación quedaba ya muy cerca. En el colegio ya estaban rastrillando el terreno del belén, una gran extensión de hierba con un pequeño arroyo en medio. Junto al arroyo había un pino enorme y algunos compañeros le habían dicho que iban a colgarla de él… Nick no sabía si iba en serio, pero sentía mariposas en el estómago. ¡Sería el ángel de la estrella, subida al árbol más alto del colegio! ¡Desde allí, todo el mundo la vería; absolutamente todo!

—Mi niña es un ángel, un ángel —bromeaba su padre mientras brincaba por el jardín, rodeado de motivos navideños, y la hacía saltar en sus brazos—. Y yo, ¿sabes quién soy? Soy… ¡el demonio!

Su padre la mordía en el cuello con labios húmedos y calientes, haciéndole cosquillas; la borla de su gorro de Santa Claus le acariciaba la cara, y Nick se reía. Su madre también se reía. Por aquella época estallaba en carcajadas estruendosas casi por cualquier razón. Se acercó a ellos y Nick sintió que sus manos la tocaban, solo que sabía que no quería abrazarla a ella, sino a su padre; así que se deslizó hasta el suelo y contempló con una extraña mezcla de envidia y fascinación cómo su madre se aferraba al cuello de Santa Claus y lo besaba en la boca. Ángel o demonio, me vuelves loca, murmuró la madre. Santa Claus volvió sus ojos claros hacia Nick y, por un instante, la niña vio en ellos la sombra de una duda.

Tres días y muchos gritos después, su madre y ella estaban dentro de un avión en el que hacía un frío terrible y que no llegaba nunca a su destino. Nick le daba vueltas al aro entre las manos sin saber qué hacer mientras, a su lado, su madre dormía, a ratos miraba el asiento de delante sin pronunciar palabra y a ratos rompía en sollozos roncos que trataba de ahogar con las manos sobre la cara.

Lo que vino después fue igual de desagradable. Sus tíos habían venido de Valladolid para estar con ellas, pero su madre no estaba para nadie. Hubo más gritos, más llantos, algo de sangre. Su madre vació varias botellas y, cuando las acabó, salió a comprar más. Bebía hasta perder el conocimiento, sin preocuparse por la presencia de Nick. Mientras yacía en la cama, Nick se hizo un ovillo en un rincón y terminó por ponerse a llorar también: de hambre, de pena, de preocupación y de nostalgia por los besos y abrazos del ángel (o más bien demonio) que habían dejado atrás.

Entonces la mujer de su tío se llevó a la niña a dar un paseo. Le dijo que se podía poner “su disfraz”, porque ese día también habría otros niños vestidos así. A Nick le importaba un pepino lo que hiciesen otros niños, pero cuando pasaron frente a las puertas abiertas de un colegio, los observó con envidia. Había pastorcillos y lavanderas, reyes y soldados.

Mientras su tía pegaba la hebra con alguien, Nick aprovechó para soltarse de su mano y mezclarse con aquellos críos disfrazados. Examinó el patio. No era grande ni bonito. Llegó a la sala desde la que se oía música y vio que el belén donde cantaban era un rincón destartalado y oscuro, sin más decorado que un crucifijo en la pared y una cartulina con dibujos. ¡Vaya actuación más triste! Le dieron ganas de soltar una carcajada.

Aprovechó que los padres se hallaban inmersos en la contemplación de sus hijos y fue a coger algo de comida de las mesas. Se metió en la riñonera pasteles, caramelos, gusanitos. Entonces alargó la mano y esta se chocó con la de otra niña que pretendía arrebatarle la última pasta de coco. Nick la fulminó con la mirada y se preparó para defender su causa, pero la niña se había quedado quieta. Era alta, morena e iba vestida de Virgen María. La miraba fijamente y Nick sintió que con su mirada la invadía, la investigaba, con unos ojos de color azul claro tan enormes que le recordaban al cielo que había dejado atrás. Por un momento y contra todo pronóstico, se quedó sin palabras.

De pronto, la niña se quitó la mochila que llevaba a la espalda, rebuscó en ella y le alargó un Santa Claus de chocolate mientras se llevaba el dedo a los labios. Nick lo tomó y la miró desconcertada. La Virgen María se llevó el dedo a los labios, señaló a la gente de alrededor y se encogió de hombros.

Nick comprendió. Lamentó que aquel traje no llevase los bolsillos en los que escondía su reserva habitual de caramelos, pero buscó en un compartimento de la riñonera y le entregó una gominola verde que le habían regalado antes de coger el avión. La niña le dio las gracias; Nick pensó que era un trato excelente. En ese momento, la mujer de su tío apareció, zarandeó a Nick de arriba abajo y la regañó mientras la arrastraba fuera del colegio.

Cuando volvió a casa, Nick caminó con cuidado hasta la cama de su madre, apartó algunas botellas y dejó el Santa Claus de chocolate sobre la mesilla de noche. Su madre dormía profundamente. Nick se acostó a su lado y apoyó la frente sobre aquella espalda tan conocida y a la vez tan lejana. Quería volver a sentir unos brazos calientes que la rodearan, pero el cuerpo de su madre estaba blando y tibio, curvado sobre sí mismo. Terminó por dormirse también.

Cuando se despertó, el día ya había caído y el cuarto estaba más oscuro. La sábana estaba arrugada, pero su madre no estaba en la cama. Escuchó con más atención, con el corazón en un puño. De la cocina venía un ruido de agua corriente y fregar cacharros. Sobre la mesilla, en el lugar donde había estado el Santa Claus, solo quedaban unas virutas de aluminio rojo.

2. El Hombre de la Navidad

No llevaba mucho tiempo en ese colegio, pero la profesora quería que hiciese de Virgen María porque el niño que iba a interpretar a San José era el más alto de la clase. Tardó mucho antes de decírselo a su madre y, cuando llegó el momento de comprar el traje, le entró un ataque de pánico. Tiró de su mano hacia fuera de la tienda y le dijo que una Virgen María con gafas era ridícula, que no sabría actuar delante de todos sus compañeros, que odiaba la Navidad. Esto último era cierto. Aquellas fechas le traían recuerdos de cruces, féretros y gente vestida de negro con un gesto de todo menos feliz. ¿Por qué tendría que estar alegre? ¿Acaso tenía que fingir?

Su madre quiso convencerla de que hacía varios años de aquello, los suficientes para que Álex pudiese cantar y bailar y recibir la llegada del Hombre de la Navidad sin sentirse culpable, pero ella permaneció inamovible. Finalmente, acordaron que solo tendría que pintar el decorado del belén. Se dedicó a ello, aliviada, pero entonces el director del colegio dijo que quería hablar con ella y su madre.

En el despacho, todavía con los pinceles en la mano, Álex se limitó a escuchar. El director era bajo y corpulento. Tenía el labio superior lleno de sudor y la sotana le apretaba el cuello. Él cantó una tras otra las virtudes de la niña; después se agachó a su lado y le quitó las gafas con una mano viscosa. Álex sintió como si la hubieran desnudado. Hablaban de ella de la misma forma de la que se habla de un jarrón para poner en el vestíbulo:

—Mire, mire qué cambio. Estará muy guapa de María.

El director sonrió; Álex vio que su madre también sonreía, y los tres se quedaron un rato en silencio. Álex notó cómo miraba el director a su madre y no le gustó.

El día del belén, Álex se recogía la túnica celeste con una mano y, con la otra, tanteaba por el pasillo para encontrar el camino hasta el gimnasio. Tocaba paredes y hombros de niños desconocidos, o tal vez no tanto, personitas ansiosas y disfrazadas como ella que correteaban de arriba abajo por el colegio. Bajo el decorado, sus compañeros entonaban ya el Dime niño.

Álex entrecerró los ojos. La niña que hacía del ángel estaba robando comida de las mesas para los padres, solo que no era la niña que conocía, aunque sin gafas podía confundirse. Quiso ser amable y preguntarle a qué clase iba, pero la niña no hacía más que atiborrarse de galletas y no le hacía caso, así que intentó cogerla de la mano. Al hacerlo, sus dedos chocaron y la niña la miró con ojos furibundos. Álex tuvo miedo, porque aquellos ojos brillaban como el fuego, pero también se sorprendió. Había más cosas detrás de esa mirada. No sabía explicarlo, pero aquella niña era sin duda muy desgraciada. Y los ojos ahora mismo la odiaban, pero Álex tenía la sensación de que podían cambiar en cualquier momento.

Como empujada por una fuerza mayor, se quitó la mochila y rebuscó dentro de ella. La niña la miró con desconfianza. Antes de venir, la madre de Álex le había dado un Papá Noel de chocolate. Para el director, le había dicho con una sonrisa tímida. Álex se alegró mucho cuando le alargó el Papá Noel al ángel y este lo tomó. Sus ojos cambiaron a sorpresa. Álex se llevó el dedo a los labios; aquello era un secreto.

El ángel la miró sin decir nada. Luego abrió su riñonera y le dio a cambio una gominola verde y rara. Cuando sus manos se rozaron de nuevo, la niña desconocida sonrió un poco y Álex sintió algo por primera vez dentro de ella, como una tormenta de nieve en el pecho. Pero entonces la niña salió corriendo, con el Papá Noel bien agarrado, y unos profesores vinieron a buscar a Álex. La cogieron y la obligaron a cantar villancicos delante del portal pintado hasta que se le quedó la voz ronca y se le rompió la goma que le sujetaba el pañuelo de la cabeza.

Cuando Álex arrastró los pies por el pasillo y entró en el despacho del director para buscar sus gafas, demasiado cansada para llamar a la puerta, no vio con claridad la apasionada escena que transcurría encima de la mesa. Sí se dio cuenta de que su madre dejaba escapar un grito y Papá Noel, ¿Papá Noel?, el director del colegio se apartaba de encima de ella a trompicones. El pañuelo resbaló de las manos de Álex y cayó al suelo. No estaba segura de si se trataba de un momento horrible, bonito o simplemente absurdo, pero prorrumpió en lágrimas. Solo recordó que hubo un alboroto a su alrededor y que su madre se la llevó en volandas.

—Alejandra, cariño mío, mi vida —le susurró una y otra vez, ya en casa, mientras la besaba en las mejillas—. He cometido un error, ¡lo siento tanto!

Perdóname, perdóname, escuchaba Álex. Su madre se agarraba a ella como si fuera el crucifijo que colgaba encima de la cama. Lloró largo rato sobre Álex y luego sobre el colchón, incluso cuando Álex ya había logrado apartarse y contemplaba el cuerpo sacudido por los sollozos con una extraña distancia.

Sacó la gominola para ahogar sus penas, pero se detuvo. Tenía un aspecto horrible y, como diría su madre, seguro que estaba llena de gérmenes. Haciendo acopio de valor, fue a la cocina y la tiró al cubo de basura: cualquier cosa era preferible antes de pillar una gastroenteritis. Después tomó un libro, se encerró en su dormitorio y puso una casete de villancicos alemanes para no escuchar el sonido del llanto.

FIN

«… por cuanto todos pecaron,
y están destituidos de la gloria de Dios…»

Romanos, 3:23

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WhiteStar, una antología en homenaje a David Bowie

Estamos casi en Navidades y tengo algunos regalos bajo el brazo (poca cosa, ya sabéis; un detallito más que nada, como dice vuestra tía la pesada), pero antes voy a hablaros de una antología que acaba de salir a la venta. Se trata de WhiteStar, una recopilación de historias sobre la figura de David Bowie, sus personajes y sus canciones, editada por Cristina Jurado (la «dire» de SuperSonic) y el sello Palabaristas. De momento está disponible en versión digital a través de Lektu (por un precio mínimo de una cerveza) y todos los beneficios van a parar a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

Bowie en su época de The Thin White Duke

La cubierta de WhiteStar muestra a Bowie en su época de The Thin White Duke.

El «reparto» no puede ser más de lujo: Sofía Rhei, Teresa Mira y Guillermo Echeverría, Víctor Selles (sí, ¡el de nuestro Instinto animal!), Eduardo Vaquerizo, Laura López Alfranca, Laura Ponce, Francisco Jota-Pérez, Concha Perea, Ángel Luis Sucasas, la propia Cristina Jurado… y muchos otros autores que todavía no he leído, pero que no tardaré en conocer. 🙂

Esta es una antología que se prestaba a la experimentación y es lo que hemos intentado muchos de los autores con nuestros relatos. Siempre más o menos dentro del terreno de la ficción especulativa, hemos jugado con las posibilidades que nos inspiraban las canciones y los personajes de un artista tan polifacético como David Bowie. Resulta curioso que yo misma me apuntara a esta iniciativa teniendo en cuenta que se me conoce (que se la conoce, dice; ja, ja) más que nada por escribir ficción juvenil y erótica, pero como digo en mi nota biográfica, servidora escribe «de todo» y con frecuencia todo junto. 🙂 En este caso, con Black Hole/White Hole dejé salir mi lado más introspectivo; quería explorar las fronteras entre mito y realidad, rumor y certeza, vida y muerte.

Me puse muy triste cuando Bowie falleció y me pilló bastante de sorpresa, porque hacía años que no sabía nada de él (para mí era alguien que pertenecía, más que nada, a mi infancia y a las colaboraciones con artistas que me gustaban en los 90) y tenía ganas de escuchar su última aventura, Blackstar. Para los fans de Bowie, Blackstar es realmente un discazo. Sí, es un testamento musical, pero también es una oda a la curiosidad, al conocimiento y, de algún modo, a la esperanza. Quizás no de una forma individual, porque Bowie no era muy dado al sentimentalismo de tú a tú, pero sí como colectivo, como especie.

Nos hacen falta más artistas como David Bowie y menos enfermedades que nos los roben antes de tiempo. Muchos artistas producen (y sobreproducen) lo mismo de siempre porque tienen miedo. En el fondo, cuando uno encuentra algo con lo que está cómodo, moverse de ahí siempre es duro y muchas veces implica enfrentarse a la incomprensión de propios y ajenos. Hay artistas que han tomado caminos que no me han gustado, pero siempre he admirado a los que son capaces de sorprenderte con algo diferente. Conozco gente que ha sacado obras totalmente inesperadas y, después de estrellarse en crítica y ventas, se ha levantado y ha seguido adelante. Para mí es una buena imagen de la esperanza.

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Cuando yo escribía fanfiction: de Xena, Buffy, Harry Potter y el femslash

Ilustración de Santi Casas.

Ilustración de Santi Casas.

Esta ilustración que ha publicado Paz Alonso y algunas sesiones de tele y mantita me han despertado la nostalgia. No es ningún secreto que yo escribía fanfiction de diversas series y que buena parte de ella era femslash, es decir, sobre relaciones entre chicas. De hecho, puede que aún encontréis alguna historia mía dando vueltas por ahí; antes la gente era bastante dada a copiar y pegar sin muchas preguntas. (Hoy se lo agradezco, porque cuando te explota el portátil es bonito que haya copias de tus viejos fics en alguna parte.)

De los comentarios de mis fics solo recuerdo dos cosas: una, la gente decía que yo escribía bien, al menos en comparación con la media; y dos, ya escribiera comedias o dramones, mis perspectivas solían ser demasiado «originales» o «peculiares» para convertirse en mainstream. Todo lo poco mainstream que pudiera ser un fanfic, claro. Ah, bueno, también recuerdo que cuando escribía sobre relaciones heterosexuales o relaciones entre chicos tenía muchas más visitas y comentarios. Nada fuera de lo habitual.

Aunque también escribía cosas sobre personajes de Enid Blyton y alguna fumada sobre personas reales —la mayoría de las cuales no llegaron a publicarse nunca—, para mí hubo tres series principales en la fanfiction. Quizás sea un poco exagerado hablar de cambiarme la vida, pero sí que hubo un antes y un después. Fueron las series de televisión Xena: Warrior Princess (1995-2001) y Buffy the Vampire Slayer (1997-2003) y, claro está, la saga literaria Harry Potter (1997-2007).

Aunque me gusta mucho el producto en sí (yo soy de las que tiene las temporadas originales en DVD y todas esas cosas), para mí lo divertido siempre fue el fandom: las interacciones entre los fans, el mundo particular que creábamos los fans y, por supuesto, la fanfiction. Si me preguntaran qué prefiero, si quemar Harry Potter para siempre o quemar todos sus fanfics, creo que salvaría los fanfics con gran dolor de mi corazón. Sí, había mucha mierda, pero también verdaderas maravillas que han quedado en mi recuerdo. En algunos casos he tenido que pararme a pensar si algo ocurría realmente en la serie o si lo leí en un fanfic. Por ejemplo, para mí la película de Lost Boys (Jóvenes ocultos) incluye a Buffy y a Faith, porque así fue como lo leí por primera vez… y pese a haberla visto, me cuesta hacerme a la idea de que no es así.

La princesa guerrera

En el caso de Xena y de Buffy, ambas series tenían varias cosas en común: una protagonista fuerte e independiente, con sus más y sus menos; un presupuesto limitado que convertía todo lo que hacían en «serie B», algo que también iba en consonancia con su espíritu; y bastante rollo bollo, fuera explícito o implícito. No voy a negar que era parte de su encanto y de la fascinación que ejercían en mi yo adolescente.

No sé si yo miro con esa cara a mis amigas, pero si es así, no me extraña la fama que me echan.

No sé si yo miro con esa cara a mis amigas, pero si es así, no me extraña la fama que me echan.

Xena: Princesa Guerrera fue la abanderada de lo que muchos fans entendíamos por «subtexto«. Hace mucho, mucho tiempo, cuando los dinosaurios poblaban la tierra, las series casi no tenían personajes homosexuales. Xena y Gabrielle mantenían una bonita relación que, a todas luces, no era más que una maravillosa amistad. Solo las personas retorcidas como yo veíamos en ella una relación romántica. Bueno, las personas como yo y casi todos los implicados en la producción de la serie, desde los guionistas hasta las propias actrices, que jugaban a tensar la cuerda de cuánto podían mostrar de la vida en común de Xena y Gabrielle sin decirnos directamente que estaban liadas.

Se acercaron mucho, muchísimo. Con ellas y con otros personajes. Pero nunca despejaron del todo la incógnita. Solo el día en el que se emitía el capítulo final de Xena fue Lucy Lawless y dijo «creo que mi personaje ha salido del armario». ¡A buenas horas, mangas verdes! En fin, nos hizo un Dumbledore en toda regla. Mientras tanto, Gabrielle y Xena se besaron como poco unas tres o cuatro veces en la serie, siempre con alguna excusa que se hacía ridícula de tan poco que se sostenía.

xenacallisto

Hudson Leick de Callisto luchando contra Xena. Luego se hizo profesora de yoga. NO ES BROMA.

La elegida contra los vampiros

Si bien con Xena siempre me quedó un regusto un poco amargo por su final y por el hecho de que no se atrevieran a decir abiertamente lo que era más que evidente, mi relación favorita en Buffy Cazavampiros nunca fue canónica y me da igual. Visto lo que hicieron con las últimas temporadas, a mi juicio las peores de la serie, casi estoy contenta de que nunca se atrevieran a explorar las luces y sombras de una relación entre las dos cazadoras, Buffy y Faith.

Buffy y Faith, del amor al odio no hay más que un paso. Mucho antes del Spike/Buffy.

Buffy y Faith, del amor al odio no hay más que un paso. Mucho antes del Spike/Buffy.

Sí, de nuevo se acercaron. Fueron conscientes. Por supuesto que eran conscientes. Tenemos más besos (estos en la frente, aunque en el guion se proyectó un beso en la boca que no llegó a mostrarse), más diálogos con dobles interpretaciones, más luchas de ahora te quiero y ahora te odio. Pero era Buffy, era la protagonista, y ya iba bien con que Willow aguantase todas las escenas lésbicas de la serie. (Dos cosas con Willow: una, perdieron una oportunidad de oro de representar un personaje bisexual, que habría tenido sentido por su historia y porque el fandom de Buffy era mucho más bifriendly que el de Xena; y dos, no, matarle a la novia y reemplazarla por esa otra que era una especie de Faith en miniatura no fue gran idea. Los fans de Willow nunca perdonaron esa muerte de Tara. Sin que a mí me emocionara la pareja Willow/Tara, fue feo.)

Buffy y Faith en ese baile que se marcan antes de que se desmelenen y... maten a alguien.

Buffy y Faith en ese baile que se marcan antes de que se desmelenen y… maten a alguien. Problemas de cazadoras.

Joss Whedon y sus colaboradores son perversos polimorfos que, ya a finales de los 90, entendían perfectamente que el fandom se alimentaba de todas las metáforas y los dobles sentidos, así que los explotaban a muerte. La propia serie de Buffy era una metáfora con patas del instituto como un lugar infernal. Siempre entendí que, para ellos, la relación entre Buffy y Faith no era más que otro de sus muchos juguetes. Aunque, sinceramente, molesta un poco que luego en los cómics vaya Buffy, nuestra cazavampiros superhetero, y se acueste con una cazadora que no es Faith. Creo que Joss Whedon no le perdonó a Eliza Dushku eso de que los abandonara para filmar la serie Tru Calling.

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«¿Vamos a cazar vampiros, B?».

El niño mago

Pero si hablo de perversos polimorfos, solo se me ocurre un lugar donde lo que comenzó como una saga infantil se convirtió en el reino de las combinaciones inesperadas y los argumentos sorprendentes: Harry Potter. El fandom de Xena tenía simpatías evidentes por el BDSM. El fandom de Buffy era muy bifriendly y era capaz de extraer subtexto de parejas que yo jamás habría imaginado.

Nada de esto me habría preparado para la vasta diversidad del fandom de Harry Potter. Veelas enamoradas, planes secretos en el n.º 13 de Grimmauld Place, directores de Gringotts volviéndose locos… Nada. Aquí los personajes se emparejaban como por arte de magia (¡ja!) y era posible inventarse todo un pasado de quien no había dicho más que dos palabras en el último libro. Una locura fantástica.

El fandom de Harry Potter es una gran rayada. Imagen de Inganah.

El fandom de Harry Potter es una gran rayada. Imagen de Inganah.

No tengo ninguna pareja de chicas favorita en Harry Potter, aunque he leído muchos fanfics con Hermione. Tampoco es una saga que predisponga especialmente al femslash, como sí lo hacían Xena y Buffy, aunque eso nunca ha detenido a los escritores de fanfic. Años después de que se publicara el séptimo libro pensé que, como mucho, yo shippeaba un Harry/Ron/Hermione, en términos románticos o amistosos. Creo que la propia autora llegó a una conclusión más o menos parecida después de ver las películas, al menos por las palabras que dedicó al Harry/Hermione, pareja de la que siempre había abominado.

Los fanfics que escribí sobre Harry Potter son los más experimentales de todos los que hice, seguramente porque su fandom fue, para mí, el más subversivo de todos. En estos años fui consciente de que la fanfiction se me había quedado pequeña. Recuerdo que planeé un fanfic en el que exploraba la forma en la que vivían su «otredad» las chicas no blancas de Harry Potter a través de lo que comían o cocinaban: Parvati y Padma, Angelina, Cho y Blaise (que en esta época aún no sabíamos si era chico o chica). Erm, interesante. Pero quizá un poco demasiado para un fanfic. Por mucho que me fastidie, lo que se buscaba en la mayoría de fanfics eran largas sagas románticas sobre el personaje o personajes de tu elección, no experimentos literario-culinarios.

Ahora que, finalmente, el mundo editorial ha acogido y celebrado la fanfiction más o menos camuflada; ahora que libros como Cincuenta sombras de Grey o Fangirl son éxitos de ventas; ahora que se escriben las «historias del personaje X» y se publican como libros aparte; ahora que lo que entendíamos como «copias» hoy son «homenajes» y explotar las alternativas de un universo no es exprimir la gallina de los huevos de oro, sino brindar otras perspectivas legítimas, me sonrío. Porque todo esto me suena muy conocido y, la verdad, está bien que por fin haya llegado al mainstream.

Me pregunto, eso sí, dónde está la frontera. Porque si yo escribiera una historia sobre dos chicas que cazan vampiros y resulta que se odian pero en el fondo se quieren y hay brujas y fantasmas y zombis y amigos frikis con muchos traumas y esas cosas, todo el mundo reconocería al instante de dónde viene. ¿Lo llamarían copia descarada? ¿O le darían la bienvenida con emoción? Misterio.

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Cómo crear un hábito de lectura

Hay gente que, cuando se entera de que escribo libros o de que trabajo con libros, me dice enseguida que le gustaría leer más. Al principio solía tratar a estas personas con cierta condescendencia (porque, al fin y al cabo, nadie les impide leer), pero luego recordé que yo también pasé por una época, en torno a los veinte años, en la que leía muy pocos libros al año y me lamentaba por ello. Habiendo sido una gran lectora en mi infancia y adolescencia, me resultaba raro y echaba de menos la sensación de perderme en un libro. Quería leer, pero no podía.

Vamos a ver si os identificáis conmigo a los veinte años: Superusuaria de internet, con un montón de proyectos en la cabeza, que ve un montón de series y sigue un cuatrillón de webs. Capaz de devorar fanfics largos en menos de una hora. Incapaz de tomar un libro que no sea de los de pim, pum, pam y sentarme a leerlo porque, simplemente, «no me centro» o «se me va la cabeza a otras cosas».

Si tu caso es parecido, lee este artículo. Porque la lectura tiene mucho de hábito y el mundo actual tiene un montón de cosas que van en contra de forjarse un buen hábito de lectura.

Lo primero que tienes que tener claro es:

1. Te quejas de no leer… pero tú ya lees.

Si te has identificado con mi retrato de jovencita, podrás darte cuenta de que, en realidad, tú ya lees. La palabra escrita es el medio por antonomasia para transmitir información o conocimiento y, a pesar de que digan que vivimos en un mundo audiovisual, la transmisión de nuestra cultura se sigue realizando en buena parte a través de la escritura y la lectura.

La mayoría de personas que me dicen «me gustaría leer más» ya leen. Suelen ser seguidores de periódicos o revistas especializadas, de blogs, de fanfiction, lectores de cómics, jugadores de videojuegos muy narrativos… ¡Se lee muchísimo! Lo que pasa es que, efectivamente, eso no son libros y la forma de «leerlos» es diferente. Activan regiones diferentes de tu cerebro y suponen una experiencia distinta.

Aun así, no estás contento. Pasemos al siguiente punto:

2. Crees que no lees (suficientes) libros.

Quieres leer libros, pero no los lees. O lees muy poco, de dos a cinco libros al año a lo sumo. Y tienes la sensación de que deberías leer más libros. Porque a tu alrededor se leen libros y la gente que mola habla mucho de libros.

Vamos a poner las cartas sobre la mesa. Yo creo que leer libros es muy importante, porque hace cosas en tu cabeza que ningún otro medio puede hacer. Pero serás consciente de que los libros, al haber sido el vehículo principal de transmisión de nuestra cultura, gozan de una extraordinaria buena prensa. Solo tienes que ver la cantidad de gente que se hace famoso y… ¡escribe un libro! El libro es símbolo de cultura, de estatus. Está socialmente bien visto, incluso si es el bestseller más ramplón (como mucho, la biografía de Belén Esteban puede ser una excepción). Mejor leer novelas de entretenimiento que no leer. Tú también lo piensas, ¿verdad?

Es probable que pienses que llevar un libro bajo el brazo te hace mejor persona, más deseable o más interesante. Y como ser queridos y aceptados es algo que necesitamos todos, intentas leer libros. O hacer como que los lees, que es lo que hace la mayoría: tenerlos de exposición, discutir sobre libros de los que solo has oído hablar, citar otros que en realidad nunca has abierto…

Hay demasiado postureo en el mundo de la lectura. Todos ganaríamos si dejásemos de leer como si alguien nos estuviera mirando por encima del hombro y tratásemos nuestras lecturas como algo parecido al modo incógnito del Spotify. Leer debería ser una actividad que quieras realizar por sí misma, por los beneficios que te reporta. Por el contrario, leer por obligación o por darse importancia suele, por desgracia, tener un efecto perverso para el hábito lector.

Tu problema puede ser algo tan sencillo como que estás intentándolo con los libros equivocados. A lo mejor no eres un gran lector de novelas, pero sí de relatos. O a lo mejor, por la razón que sea, te gusta la chick-lit. ¡O a lo mejor ni siquiera te gusta la ficción! (Aunque no lo creas, conozco personas muy, muy cultas y muy interesantes que nunca leen ficción.)

Así que date un respiro, deja de intentar meterte en vena lo que en realidad no te llama y ve a por aquello que te despierte el interés. Vamos, que te pongas ese petardeo que llevas tanto tiempo queriendo oír. No tienes por qué casarte con un género. Y a lo mejor, más adelante, descubres que tus gustos han cambiado; es totalmente lícito.

¿Sigo sin dar del todo en el clavo? Entonces lee el siguiente punto:

3. Quieres leer, de verdad, por lo que te hace sentir, pero no consigues concentrarte en un libro.

Recuerdas que leer es bonito y lo echas de menos. A lo mejor leías mucho de pequeño, pero en los últimos años tomas un libro y no sabes lo que pasa: tu cabeza salta inmediatamente a otras cosas. No es que te guste ni que te disguste, es que leer se ha convertido en una tarea titánica.

Bienvenido al mundo moderno.

A riesgo de sonar como una mujer de las cavernas, para mí está claro que el «multitasking» se ha convertido en uno de los peores enemigos de la lectura. Tomamos un libro y de pronto nos viene a la cabeza lo que teníamos que comprar para la cena. O te pones a darle vueltas a lo que te ha dicho ese día tu jefe en el trabajo. O recibimos un whatsapp y hay que atenderlo inmediatamente, porque puede ser urgente (antes la gente te llamaba para las cosas urgentes; hoy puedes recibir la noticia de que alguien se ha roto una pierna por WhatsApp).

En estudios científicos se ha comprobado el efecto «dispersor» de los móviles y ordenadores en nuestras cabezas. Las pantallas, tan útiles para otras cosas, ejercen varios efectos negativos sobre nosotros. Ante todo, dificultan la concentración lectora porque no estamos solos frente al texto, sino leyendo, chateando, consultando el correo y comprando algo en Amazon, todo a la vez. Si leemos mucho en la tableta, en el móvil o en el ordenador mientras tenemos todas las aplicaciones abiertas (o vemos series mientras nos pintamos las uñas, o jugamos mientras escuchamos música…), nos acostumbramos a que la experiencia de lectura es algo intermitente donde «extraemos lo importante» en lugar de leer en profundidad. Por eso las personas que leen mucho en internet se vuelven auténticos expertos en el arte de encontrar palabras clave en una página o deducir su estructura.

El problema es que es como ir al gimnasio y entrenar siempre en la misma máquina: es difícil desarrollar este músculo y a la vez el músculo de la concentración. Y la mayoría de los libros, por ligeros que sean, requieren un mínimo de concentración. Así que, si quieres volver a disfrutar de los libros «como antes», me temo que tienes que ponerte a trabajar un grupo de músculos que actualmente tienes un poco fofos y olvidados. Es un trabajo arduo, pero los resultados merecen la pena.

No descartes otro hecho importante: las pantallas con retroiluminación requieren más esfuerzo visual y nos agotan más rápido. Cuando yo era joven, me pasaba muchas horas moviendo los ojos delante de un ordenador y después solía sentirme muy cansada. Como hoy en día la mayoría trabajamos con ordenadores, salimos del trabajo con una fatiga visual importante. Si estás intentando leer en tu móvil o en una tableta después de muchas horas así, no me extraña que tu cabeza esté cansada y «salte» automáticamente a otras cosas.

Yo te recomiendo dos cosas muy sencillas: la primera, no leas libros en el ordenador ni en el móvil. Lee en papel o utiliza un dispositivo con tinta electrónica, notarás la diferencia. La segunda: Cuando estés leyendo, simplemente lee. Te vendrán a la cabeza un montón de cosas que podrías estar haciendo. Ignóralas. No mires el móvil. No respondas a los mensajes (a menos que esté ardiendo la casa de alguien). Tendrás tentaciones de meterte en Facebook para continuar ese interesante debate que habías dejado a medias. Resiste. Y cuando hayas logrado dejar pasar una hora, te darás cuenta de que, a lo mejor, no era tan importante responder inmediatamente al GIF animado que te habían pasado por WhatsApp o comentar esa foto de Instagram. No se han ido a ninguna parte, siguen ahí, y ahora puedes dedicarles todo tu tiempo. Esto son enseñanzas valiosas en la vida en general, pero se hacen especialmente útiles a la hora de leer libros.

Lo que nos lleva al punto 4…

4. Quieres leer, pero… no puedes evitar pasar demasiado tiempo en «actividades irrelevantes». O sea, estar en Facebook, tragarte series enteras en un solo día o pasarte 350 niveles del Candy Crush.

Ya he mencionado la buena prensa que tiene la lectura (de libros) frente a todas estas actividades aparentemente irrelevantes. Es un error pensar que un libro, por el mero hecho de existir, es más interesante que tu Twitter. Hay libros que son verdaderos truños y que merecen menos tiempo del que se tarda en responder a un tuit.

Ahora bien, seamos sinceros. A menos que tu Facebook sea muy diferente al mío, sabes perfectamente que el 85% de todo lo que ves allí son chorradas. Pero el uso de redes sociales responde a necesidades muy diferentes que la lectura y que tienen que ver mucho más con la comunicación que con la relevancia del mensaje. Así que no te sientas culpable ni intentes comparar ambas cosas en una escala de «relevancia», porque es como comparar el tocino con la velocidad. Ni siquiera intentes comparar el «enganche», porque estamos programados para que nos resulte mucho más adictiva una serie (que es audiovisual) o un juego (que es interactivo) que un libro. Todo lo que se parezca más a nuestra experiencia del mundo nos resulta mucho más absorbente y es más fácil de asimilar por nuestro cerebro. Por el contrario, la palabra escrita no es transparente: necesitas conocer una serie de códigos para leerla y luego tu cabeza debe reconstruir la narración para entenderla. Si tu cerebro está acostumbrado a descodificar estímulos inmediatos y no a leer en profundidad, te supondrá mucho más esfuerzo leer un libro.

Normalmente yo no encuentro nada malo en que la gente haga lo que le gusta y le reporta placer, pero mi impresión es que las personas que se sienten vacías y angustiadas con este punto han ido demasiado lejos. Es evidente que las actividades que te proporcionan estímulos inmediatos te satisfacen en cierta medida (porque si no, no las harías); pero parece que esa otra parte de ti, aquella a la que le gusta leer libros, está insatisfecha porque se le ha dado de lado.

Lo bueno es que todo es un hábito y que los hábitos pueden modificarse. La capacidad de concentrarte en un libro sigue dentro de ti, solo que debes ponerle las cosas más fáciles. La clave está en crear una rutina. Si lo que quieres es leer más, tendrás que ir reintroduciendo la lectura de libros en tu día a día de forma consciente y, sí, eso supondrá probablemente reducir el tiempo que dedicas a las «actividades irrelevantes» (que muchas de ellas tampoco lo son). Examina fríamente el tiempo que dedicas a cada actividad y recorta de aquellas que no te hagan sentir bien para leer. Sobre todo, no te dejes llevar por la urgencia del momento, porque ya has visto que la mayoría de cosas siguen ahí cuando regresas a ellas y porque, en una escala de inmediatez, los libros siempre tendrán las de perder.

No pienses que no te va a costar. El mundo se encargará a menudo de recordarte que, si no participas en ciertas interacciones (la conversación sobre esta serie, este chiste, la interacción en el grupo de amigos del WhatsApp), te estás perdiendo algo muy importante. Sé tozudo y recuerda que leer es una actividad que te resulta placentera, así que es importante que leas. Créeme: al igual que te has acostumbrado a jugar una hora diaria al Candy Crush (por decir un juego tontuno), puedes acostumbrarte a leer una hora diaria.

5. Tu vida es muy complicada y te es imposible sacar tiempo para leer.

El día tiene 24 horas y no más: el eterno problema del tiempo y de las elecciones vitales. Bien, si realmente quieres leer, tendrás que sacar tiempo de donde sea. Vamos a buscar las actividades menos importantes. ¿Limpiar casa? Vale, sí, importante. ¿Limpiar casa en profundidad? Quizá menos importante. ¿Cocinar? Importante. ¿Cocinar todos los días? ¿No puedes pedir comida un día? ¿O espaciar esa temporada de serie que estás viendo en uno o dos capítulos a la semana? ¿De verdad es tan grave? ¡Si antes lo hacíamos así todo el rato!

Lee de poco en poco. Es lo mejor para ejercitar el hábito. Cuando tengas un rato en el transporte público, saca un libro. Acostúmbrate a leer antes de dormir. O en el baño. (El baño es un lugar extraordinario donde se han forjado los mejores lectores.) Cuando el niño duerma la siesta, en lugar de zapear sin rumbo por los programas de la tele, intenta leer ese libro que tienes a medias.

Es complicado, pero no es imposible. Ya verás que, cuando tienes el hábito, todo viene rodado y los libros pasan por ti cada vez más rápido.

Por último, si nada de esto es exactamente tu caso, podría darse que:

6. Escribes… y eso no te deja tiempo para leer.

Me encanta esta última porque es como una paradoja suprema. Hay personas a las que les ocurre que escriben tanto y con tanto entusiasmo (novelas, fanfics, relatos, poesía, etc.) que apenas pueden leer los libros de otros. Lo más que leen son sus propias historias cuando las corrigen.

Novedades: sin lectores, no hay libros. Punto. Si tú esperas que te lean en algún momento (y no me salgas con falsa humildad, porque es algo que nos gusta a todos), deberías esforzarte por leer libros ajenos. Entre otras cosas, porque jamás he conocido un escritor verdaderamente bueno que no fuera también un gran lector. O dicho con menos pedantería: porque leer te saca de ti y de tu mundo. Y porque eso, inevitablemente, redundará en una riqueza mucho mayor de tus historias, de tus personajes o de tu prosa.

Leer libros es como viajar. Ves muchas cosas y algunas te gustan más que otras. Pero expande tus horizontes de una manera que no tiene parangón. La persona que lee comprende mejor a los demás, se entiende mejor a sí mismo y entiende mejor su propio mundo. Creo que no hay nada que un escritor pueda desear más.

Espero que este artículo te haya resultado útil. Recuerda que yo también escribo y leo, o al menos intento hacer ambas cosas. 😉 Si tienes interés por alguno de mis libros, consulta las secciones de Un pavo rosa o ¡Sí, mi capitana!

Imagen: Calm Reading, de Rob Tolomei <3

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